Trece: Suéltame

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Atención: este capítulo contendrá algunas escenas que pueden llegar a ser fuertes para el lector. Lee bajo tu propio riesgo o podes saltarte esta parte.

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La espalda del pelinegro chocó contra el tapizado de aquel viejo sillón, sintiendo como el miedo trepaba todo su cuerpo, hasta centrarse en su mente, haciendo que imaginara miles de escenas de lo que podría llegar a suceder ahora, provocando que los escalofríos se adueñaran de su pequeña figura, y los recuerdos de aquella noche cuando era pequeño lo invadían.

No quería eso.

No de nuevo.

Los ojos de aquel monstruo lo miraban con deseo, con lujuria.

Y los suyos, lo miraban con asco, con repulsión.

Con miedo.

Intenta forcejear, poniendo sus manos en los hombros de aquel monstruo queriendo apartarlo, pero las fuerzas de este son mayores que las suyas.

-¡Su-suéltame! ¡no tienes i-idea de lo que estás haciendo! -exclamó el menor con sus ojitos aguados al ver como aquel hombre se subía encima de él.

Más Jorg no respondió nada, y con sonrisa llena de cinismo, se encargó de bajar con sus falanges la cremallera y de desabotonar los dos botones que estaban en aquella tela, haciendo que la desesperación del pequeño pelinegro comenzara a aumentar gradualmente.

-¡Di-dije que me sueltes! -Bill gritaba desesperado, suplicando por ayuda pero en esa casa no había nadie más que ellos dos para su mala suerte.

-Cierra la boca, William, no lo hagas más difícil. Bill pataleaba, y ante eso, Jorg no tuvo otro remedio más que golpearlo en su mejilla, causando que el pese desorientara un poco.

Bill se cubrió el rostro con sus brazos para evitar que su progenitor continuara golpeándolo, a lo que este aprovechó su distracción para terminar de bajarle los pantalones y aquella fina tela que cubría su intimidad.

Ante eso, Bill supo que ya estaba perdido. Que no habría marcha atrás.

-¡Su-suéltame, maldito! n-no sabes lo que e-estas haciendo y ta-tampoco sabes de lo q-que soy capaz... -Bill quiso mostrarse fuerte ante su figura "paterna", intentar intimidarlo, pero intimidación fue lo que menos le causó a aquel ser tan despreciable.

-No digas estupideces, tu jamás podrás hacerme nada. -Jorg aún no borraba aquella cínica sonrisa de su rostro mientras se quita la camiseta, causando que a Bill le de asco la vista.

Sus grandes manos se posaron en la piel de su hijo la cual estaba cubierta por su camisa, e inmediatamente la retiró, dejando totalmente expuesto ante él su pequeño cuerpo el cual temblaba.

Intentó acariciar su piel con delicadeza pero no fue así. En su lugar lo estaba toqueteando con descaro, sin vergüenza alguna.

El pelinegro sentía sus ojos aguarse al sentir el tacto de aquellas horripilantes manos posarse en su tersa piel.

Quiso imaginar que quien lo estaba toqueteando era Tom. realmente lo intentó.

Pero aquellas caricias tan brutas y repulsivas no se comparaban y no se parecían en nada a las que su lindo amado le brindaba cuando tenían sus momentos de intimidad.

Tom era dulce, cuidadoso, delicado.

Jorg era todo lo contrario. Bruto, sin cuidado alguno, un monstruo.

El pequeño de ojos marrones intentó golpear a su progenitor, pero este fue más hábil y lo sujetó de ambas manos para asegurarse que no hiciera nada.

𝙍𝙚𝙡𝙞𝙜𝙞𝙤𝙪𝙨 𝙗𝙤𝙮✞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora