Ocho: ¿Confías en mí?

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Domingo.

Día del señor.

Tom había terminado de tomar el té con su familia como era de costumbre todos los domingos y salió de su casa para ir a buscar a Gustav.

Cuando estuvo frente a la puerta de la casa de su amigo tocó y en unos minutos la señora Schaefer había abierto la puerta con una sonrisa.

-Le diré a Gus que estas aquí.

-Gracias, señora. -respondió con amabilidad Tom y luego la mujer se dirigió al interior de su hogar.

Tom pudo escuchar como la madre de su amigo Ilamaba a este y luego se escuchó un "ya voy mami" proveniente de Gustav.

Luego de unos segundos, el menor ya estaba saliendo de la casa.

-¿Nos vamos? -preguntó Gustav luego de saludar a su amigo y colocarse su abrigo.

-Andando. -estableció y luego de despedirse de la madre de Gustav, comenzaron a caminar hacia su iglesia.

-¿Alguien más viene a ayudarnos a limpiar? -quiso saber Gustav mientras caminaban por la vereda de las calles de su ciudad.

-Uhm... le dije a Bill que viniera. -contestó el más alto.

-Tom... sabes que Bill a veces me intimida... - masculló con vergüenza.

-Tranquilo, es diferente ahora. Además, sabes que siempre estaré para cuidarte, ¿no? -Tom le sonrió con tranquilidad.

-Si, lo sé. gracias. -respondió devolviéndole la sonrisa. -Confío en ti.

-¿Y qué hay de Georg? ¿Se llevan bien? -Tom cambió de tema.

-Es agradable. Iremos a su casa a tomar algo luego de la escuela. Tiene muchos gatos y quiero conocerlos. -respondió Gustav con emoción.

-¿No eres alérgico a los gatos? -inquirió soltando una pequeña risa.

-Si, pero ya me las arreglaré. -respondió riendo igual.

Tom negó con su cabeza riendo y siguieron caminando hasta llegar al templo. Estaba abierto y el padre Miller ya les había dejado todos los productos de limpieza preparados así que no tardaron en comenzar a barrer todo el lugar.

Tom guardó la llave del templo que estaba en un banco en el bolsillo de sus jeans para no olvidarsela y siguió barriendo para luego comenzar a pasar el trapo por el suelo previamente mojado en un balde que contenía agua y desodorante para piso con fragancias de flores blancas.

Gustav hizo lo mismo y ya se encontraban trapeando el suelo del templo mientras tarareaban una canción de elvis y bailaban al ritmo de esta.

-¡Ya llegó por quién lloraban, bellezas!

Tom y Gustav se dieron vuelta en dirección a la puerta del templo y vieron entrar a Georg junto a Bill. El primer mencionado se dirigía a ellos con su paso tan particular y el otro lo seguía con una pequeña sonrisa.

-Georg, que bueno verte de nuevo. -saludó Gustav con una sonrisa de oreja a oreja.

-A mi también me alegra verte otra vez, corazón. Georg devolvió el saludo con la misma sonrisa y luego se dirigió a Tom. -Tom, cariño, ¡Cada día más alto! -bromeó y los cuatro rieron.

-También me alegra verte, Geo. -dijo de forma sarcástica el de rastas y luego llevó su vista al pelinegro. -Hola, Bill.

-Iba a venir solo, pero Georg se coló a último momento. -explicó Bill con timidez y dejó un beso en la mejilla de Tom lo cual lo hizo enrojecer hasta las orejas.

𝙍𝙚𝙡𝙞𝙜𝙞𝙤𝙪𝙨 𝙗𝙤𝙮✞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora