Nueve: No debiste

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El timbre resonó por aquel gran edificio dando a entender que las clases habían finalizado y debían retirarse.

Una manada de alumnos salió disparada de cada uno de sus salones en dirección a la salida y en cuestión de minutos, no había quedado nadie en aquel instituto.

Mientras tanto, el pelinegro se sentaba en la acera de la calle esperando a su amado que seguramente no tardaría en venir. Tom siempre era puntual. No sabían con exactitud a donde irían pero el tan solo echo de pasar tiempo con Tom ya le alegraba el día. Además de que en toda la clase no prestó ni una milésima de atención ya que en su traviesa mente se repetía el momento de ayer en la iglesia y podría jurar que aún sentía las manos del mayor por su pequeño cuerpo.

Levantó su mirada que se encontraba en el pavimento y a unos metros pudo divisar la figura alta de su amado Tom. En cuestión de segundos una sonrisa ya abundaba en su rostro por la felicidad que le causaba verlo una vez más y corrió hacia el para poder abrazarlo y llenarlo de besos como acostumbraba a hacer.

-¡Tommy! ¡Que lindo volver a...

Se detuvo en sus propias palabras. Tom no venía solo. la misma muchacha que vio desde su ventana anoche, ahora lo acompañaba haciéndole ojitos. Y así de rápido como su sonrisa había aparecido, así de rápido se había esfumado.

-Bill, me alegra volver a verte. Mira, ella es Heidi, una vieja amiga que volvió hace poco. -Tom presentó a ambos jóvenes pero se veía en sus miradas que no se llevarían para nada bien.

-Que gusto verte, Bill. Tommy me ha hablado muchísimo de ti. -expresó la muchacha con una sonrisa a la vez que estrechaba su mano con la del pelinegro.

-¿Ah si? pues Tommy no me ha mencionado nada de ti. -aclaró esbozando una sonrisa más falsa que el alma de judas. -Como sea, Tommy, ¿Nos vamos?

-Oh, si, me olvidé de decirte que Heidi vendrá con nosotros. Le mostraremos la ciudad ¿Te parece? explicó el de rastas mientras caminaban en dirección al parque de su ciudad.

El pelinegro se quedó callado unos segundos. Claro estaba que se encontraba celoso y no podía disimularlo muy bien, pero quizás Heidi era solo una amiga y nada más.

¿Cierto?

-Me parece una idea genial, Tom. -respondió con una pequeña sonrisa intentando alejar todo pensamiento malo de su mente.

Y dicho eso, los tres jóvenes caminaban hacía el parque. Al llegar, Heidi no paraba de hablar sobre sus logros en su viaje de estudios y Bill no podía estar más irritado de escuchar todo el tiempo la misma historia una y otra vez.

Intentó llamar la atención de su Tom pero este parecía muy concentrado en la narración de la muchacha que ni siquiera lo miraba a los ojos. Suspiró ante esto e intentó hacer oídos sordos ante la conversación que entablaban los dos jóvenes para no sentirse mal. Se sentía excluido una vez más como en su familia y se suponía que Tom no debía hacerlo sentir así.

Pero el de rastas era demasiado amable. Siempre estaba dispuesto a escuchar a todo el mundo y eso hacía con Heidi, luego tendría todo el tiempo del mundo para pasarla a solas con su pelinegro favorito.

-¡Por el amor de dios! este vestido me queda horrible, y mi cabello necesita más tratamiento, no puede verse así. -Heidi no dejaba de quejarse sobre su propia apariencia y esto ya resultaba una tortura para los oídos de Bill quien ya se había cansado de escuchar esa voz tan chillona.

-No digas eso Heidi, el vestido te queda hermoso y tu cabello luce genial. - Dijo Tom con tal de que su amiga no se sintiera mal.

-Aww, muchas gracias, Tommy. en serio. -la muchacha hizo puntitas de pie y dejó un pequeño beso en la mejilla del de rastas quien no dijo nada para no sonar descortés.

𝙍𝙚𝙡𝙞𝙜𝙞𝙤𝙪𝙨 𝙗𝙤𝙮✞Donde viven las historias. Descúbrelo ahora