CAPÍTULO 4

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El tiempo pasó volando y antes de que pudiera darme cuenta ya estábamos en la última clase, sin embargo, mi concentración se había visto interrumpida y visiblemente mermada a causa de la inquietante sensación de que algo no iba bien. Algo en mi pecho me producía una sensación extraña. Las manos empezaron a sudarme y la visión se me nublada de cuando en cuando. La última media hora me había empezado sentir tan desorientada que apenas pude fingir ante la atenta mirada de la profesora.

Por suerte la agonía no duró mucho más y la campana sonó con un sonoro estruendo. La clase se vació enseguida y en apenas un minuto me quedé sola con un molesto pitido en el oído fruto del timbrazo. Poco después Dani apareció en el umbral de la puerta, pero al ver que no reaccionaba ante su presencia y que ni siquiera había empezado a recoger los libros, se acercó a mí.

- ¿Todo bien? – levanté los ojos hacia él frunciendo el ceño ante el palpitante dolor de oído y de cabeza. Su rostro también se contrajo, pero no de molestia, sino de preocupación. Tras echar un rápido vistazo hacia la puerta y cerciorarse de que no iba a entrar nadie se acomodó en una de la silla colocándose enfrente de mi pupitre. - Tienes mala cara... - buscó mis ojos inclinándose ligeramente hacia mí. – ¿Te duele algo?

- No es nada...El timbre me ha pillado por sorpresa... - negué con la cabeza esperando que fuera suficiente para evitar que siguiera preguntando.

- Pues menudo susto te has llevado... estas casi tan pálida como el color de la pizarra – bromeó señalando la pizarra. Forcé una sonrisa.

Tras recoger los libros nos encaminamos hacia la cafetería, estábamos bajando las escaleras cuando un repentino mareo me hizo tambalearme. Por suerte Dani no me quitaba los ojos de encima y me sujetó del codo como de la cadera para evitar que me cayera escaleras abajo.

- Adele... ¿de verdad estás bien? – su calidez era tan reconfortante.

- Si... solo ha sido un ligero mareo...- me excusé parpadeando con fuerza para volver a enfocar mi vista. Por suerte estábamos a dos o tres escalones y la caída no habría sido tan catastrófica. – iré al baño un momento... ¿porque no me esperas en la cafetería con las demás? – me zafé de él con gentileza dando un par de pasos hacia delante para poner distancia entre los dos. Dani vaciló antes de asentir, aunque le había pedido que se marchara, podía sentir su mirada clavada en mi espalda en cada paso que daba en dirección al baño.

Por suerte estaba apoyada en el lavabo, mirándome al espejo cuando un fuerte dolor de cabeza me hizo apretar los dientes con fuerza y sisear una maldición. Solo fue un instante, pero fue suficiente para que el terror me invadiera de los pies a la cabeza. Me mojé la cara varias veces con agua fría a la espera de que mi cuerpo volviera a su correcto funcionamiento.

En cuanto me decidí a salir del baño me encaminé hacia la cafetería con la intención de reunirme con las chicas y con Dani, pero por primera vez vacilé. Los localicé sentados en una de las mesas más alejadas. Todos habían pedido algo para picar esperando a que llegara. Me estaban esperando, pero mis pasos me alejaron de ellos, hacia la salida. Un rápido vistazo al reloj de la entrada me indicó que tenía unos veinte minutos antes de que la segunda mitad de las clases comenzaran, tiempo suficiente, para calmar mi cuerpo y mente.

Me dirigí hacia la parte más alejada, una zona de mesas, que se usarían cuando el tiempo lo permitiera. Perdí la noción del tiempo, hasta que el timbre volvió a sonar. Esperé a que la mayoría entrase y me quedara prácticamente sola, pero nada más cruzar las puertas, Dani saltó a mi encuentro visiblemente preocupado.

- ¿Dónde estabas? Te estado buscando por todas partes. – ¿eso era una... reprimenda?

- Necesitaba tomar el aire – murmuré. No era una disculpa. ¿Por qué debería?

HERENCIA DE SANGRE Y MAGIA (HEREDERA MALDITA I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora