CAPÍTULO 6

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- ¡Ha vuelto! – gritó mi padre al tiempo que corría hacia mí.

- ¡¿Qué te ha pasado?! – chilló asustada al verme jadeando, con un labio roto y la mejilla palpitándome.

- Estoy bien. He tenido un encontronazo de camino aquí. – me escurrí entre ellos hacia la cocina.

Pasé por al lado de Derek mientras sentía sus ojos fijos en mí, con los brazos cruzados sobre el pecho y apoyado en la pared. Narices rotas y orgullos hechos polvo. Aún no me podía creer que hubiera sido capaz de desarmar a aquel tipo. Mis piernas apenas podían mantenerme en pie.

Llegué a la fregadera y busqué el botiquín de primeros auxilios que guardábamos en uno de los armarios superiores. Mis padres me siguieron de cerca en shock por ver a su hija magullada. Mi madre me dio la vuelta con brusquedad y me sujetó la mandíbula estudiando la herida y el golpe. Con furia contenida, me llevó a rastras al salón y me hizo sentarme al tiempo empezaba a desinfectarme la herida del labio.

- ¡¿Cómo se te ocurre enfrentarte a ellos?! – a pesar de su enfado fue cuidadosa con el algodón mientra me limpiaba la sangre. Mi padre y Derek se quedaron en el pasillo observando la escena en silencio. - ¿No te hemos dicho que la violencia nunca es la solución? – cuando hubo terminado con la limpieza estudió mi mejilla. Entre suspiros y murmullos de desaprobación se levantó y fue a sacar una bolsa de hielo de la nevera. Retrocedí siseando ante el contacto del hielo.

- Les pedí que me dejaran en paz y como no lo hicieron, recibieron su merecido. – espeté con sequedad.

- ¿Por qué no huiste? – preguntó Derek.

- Estaba rodeada. No podría aunque quisiera. – le respondí. – Tenía que deshacerme al menos de uno de ellos para poder huir.

- ¿Cuántos eran? – quiso saber mi madre

- Tres.

Por el rabillo del ojo vi el agujero de la pared y me acordé de como Derek había salido volando al intentar detenerme. Aquel golpe tendría que haberle roto varias costillas, sin embargo, estaba de pie, aparentemente ileso. La pared y el cuadro que había estado colgado no habían tenido tanta suerte. Ambos nos quedamos mirándonos uno al otro durante un breve momento.

- Cielo... sabemos que todo esto es muy repentino... – mi madre me cogió de las manos con suavidad intentando que le prestara atención.

- ¿Cómo... cómo he hecho eso? – apunté a la pared con la barbilla

- No tenemos tiempo para explicaciones. – espetó Derek volviendo a su posición de vigia en l a ventana. Miraba a través del cristal con nerviosismo como si estuviera vigilando algo o alguien.

- Derek tiene razón... ojalá tuviéramos más tiempo... - balbuceó mi madre. – pero debes irte con él. Antes de... - sus palabras fueron silenciadas.

Tres disparos consecutivos y luego un cuerpo cayó a la mesa de cristal, haciéndolo añicos. Mi madre y yo gritamos aterradas, nos echamos al suelo cubriéndonos la cabeza con las manos. Segundos después la puerta de la calle se abrió con un estruendo y supe que la madera se había salido de sus bisagras.

Derek estaba tirado sobre los cristales de la mesa, sujetándose el pecho mientras su camiseta estaba empapada de sangre y en la alfombra empezaba a formarse un buen charco. Aquel olor impregnaba el aire y mi estómago apenas pudo soportar las náuseas que provocaba presenciar aquella escena. Nunca me había considerado reacia a la sangre, claro que nunca había sido testigo de un cuerpo desangrándose en el salón de mi casa.

HERENCIA DE SANGRE Y MAGIA (HEREDERA MALDITA I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora