Capítulo 3. Primer día

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CAPÍTULO 3: PRIMER DÍA

El despertador de la mesita de noche empezó a taladrarme la cabeza. Lo apagué rápidamente y empecé a cerrar los ojos porque quien no duerme cinco minutos más no es persona, pero entonces recordé que día era. Hoy era el primer día de instituto y no quería reconocerlo, pero estaba nerviosa.
Tiré el edredón a un lado de la cama y me levanté de un salto. Vivíamos en una zona donde en septiembre ya empezaba a refrescar y a pesar de dormir con pantalón corto y camiseta de tirantes, el edredón empezaba a ser necesario. Salí de mi habitación intentando hacer el mínimo ruido posible y fui al baño donde me di una corta ducha con agua tibia para despejarme. Envolví mi cuerpo en una toalla azul oscuro que era realmente suave al tacto y una vez un poco seca, volví a mi habitación. Me peiné y sequé el pelo dejándolo esta vez ondulado, tal como era al natural. Abrí el armario, saqué unos vaqueros oscuros y una blusa rosa claro con un estampado de flores. Me maquillé un poco y me pinté los labios de color rosa oscuro. Por último, me calcé unas zapatillas blancas y cogí la mochila que había dejado tirada sobre la silla del escritorio la noche anterior.

Bajé las escaleras y me dirigí a la cocina donde estaba mi madre preparando el desayuno. Por pleno impulso me acerqué a ella y la abracé por detrás. Llevaba el uniforme del hospital y el pelo recogido en un moño deshecho, tenía la vista cansada y grandes ojeras, pero seguía estando guapa.

—Buenos días cariño —dijo al darse la vuelta y depositar un dulce beso en mi frente—, ¿quieres tostadas?

—Buenos días mamá —dije cogiendo una manzana del cuenco de la fruta que había sobre la encimera, me encantaban las manzanas— sí, tostadas está bien.

Desayunamos juntas y hablamos un rato hasta que vi que si no salía ya se me haría tarde. Le di un beso en la mejilla a mi madre, ella me acarició el pelo y me deseó suerte en mi nueva etapa, la iba a necesitar. Salí de casa y me subí en el coche. Mi coche, aún no estaba acostumbraba a ello. Arranqué y puse la radio, fui cambiando de cadena hasta toparme con algo que me gustase y salí del porche para ir al instituto.

El camino era corto y en poco tiempo vi los altos árboles que rodeaban la entrada del recinto. Los recuerdos intentaron invadirme, pero los aparté rápidamente a un lado. No iba a asustarme, tenía que ser fuerte. El aparcamiento era grande pero no tardé en ver a Amber y Roxanne, ambas me esperaban junto a una plaza vacía al lado de las que ellas habían ocupado. Vi protección y preocupación en sus ojos, no querían dejarme sola. Se lo agradecería eternamente. Aparqué y bajé del coche. Respiré hondo y me armé de valor, yo podía con esto.

—¿Lista? —preguntó Roxanne apoyando una mano en mi hombro, hasta entonces no me había dado cuenta de lo tensa que estaba. Me relajé y suspiré. Yo podía con esto, me dije por segunda vez—.

—Sí, vamos allá —dije decidida, Amber me dedicó una reconfortante sonrisa y se colocó a mi otro lado. Con una de ellas a cada lado me sentía más protegida. Era muy afortunada de tenerlas conmigo—.

A medida que nos acercábamos, más se apreciaba la fachada del edificio. Los ladrillos rojizos, las escaleras y la puerta de la entrada. Nada había cambiado. Ni siquiera el viejo y oxidado letrero con el nombre del instituto. Era como si hubiese estado allí ayer mismo.

—Está todo igual —dije al darme cuenta de que Amber y Roxanne me estudiaban con la mirada. Estaba tres pasos por detrás de ellas. Acababa de darme cuenta de que en algún momento había dejado de caminar—.

—¿Qué esperabas? —dijo Roxanne riéndose de mi inocencia— Verás cómo enseguida vuelves a adaptarte, conoces todo.

Sacudí la cabeza con una nerviosa sonrisa. No sabía que era lo que había esperado, pero ver todo exactamente igual me dio escalofríos, como si todo fuese a ser igual. Pero no iba a serlo, yo era diferente ahora y no me dejaría pisotear como lo había hecho antes. Me armé de valor y empecé a caminar, rápidamente tuve a mis amigas cada una a un lado, apoyándome. Jamás sabrían lo agradecida que me sentía por tenerlas en esos instantes.
Una vez ante las puertas metálicas apoyé mis manos en cada una de ellas y empujé suavemente, se abrieron con un pequeño chirrido. El familiar olor a bollería y colonia de chica tan peculiar de nuestro instituto me invadió. Ni siquiera eso había cambiado. Las primeras personas que vi eran desconocidas para mí, todos se nos quedaban mirando con caras extrañas, como si se preguntaran quien era la chica nueva que acompañaba a las dos chicas de las que más se hablaba en aquellos pasillos después de Cindy y sus amigas. Pronto comprendí el motivo, Amber y Roxanne no habían aceptado a nadie en su grupo tras mi partida. Me habían esperado. Me sentí abrumada y también agradecida, sé que me habría dolido como nunca que me remplazaran.
El primer día todos los alumnos de nuevo ingreso debían pasar a recoger sus horarios por secretaria. Amber y Roxanne se negaron a que fuese sola, éramos una piña. Así que, me acompañaron. La nueva secretaria era una mujer joven, de unos treinta años, que llevaba el pelo suelto, perfectamente peinado e impecable. La cara muy maquillada y una sonrisa demasiado extravagante para mi gusto.

Que vuelva a brillar el solDonde viven las historias. Descúbrelo ahora