CAPÍTULO 9: TARDE DE CHICAS
El lunes era sin duda el peor día de la semana. ¿A quién diablos podía gustarle un lunes? Era el día en el que más cansada estaba; adaptarse de nuevo a la rutina después del fin de semana era un asco. Sobre todo, porque me había pasado el fin de semana de aquí para allá y el domingo, en vez de descansar, mamá se había empeñado en ir a pasear por la mañana e ir a tomar un café por la tarde, me encantaba pasar tiempo con ella, pero hubiese preferido cien veces una película en el salón.
No había visto a mis amigas desde el sábado por la mañana cuando salí corriendo de casa de Amber para no encontrarme con Liam, a ratos pasaba por mi mente y cada vez que recordaba el beso, un escalofrío me recorría el cuerpo. No sabía qué diablos me pasaba.
—¿Aquí va alguien? —preguntó una voz conocida—.
—No, que va, siéntate, Lia —le sonreí y ella se sentó a mi lado, la profesora de francés no tardaría en llegar—.
Lia era de esas personas que te inspiran confianza sin pretenderlo. Parecía de esas personas que sabían escuchar y que estaban ahí para apoyarte, al menos esa era la sensación que me daba. Que hubiese sido una de las pocas personas que me había reconocido a la vuelta era un plus, porque eso significaba que se había molestado en conocerme. No como muchas personas que solo se fijaban en mi para soltar el primer insulto que se les pasase por la cabeza, Lia no era así.
Cuando salí de clase, me dirigí a mi taquilla para coger algunos libros y fue entonces cuando Caleb me abordó en el pasillo con una radiante sonrisa. Su malhumor del viernes noche había desaparecido.
—Hola —me saludó apoyando su espalda junto a mi taquilla para que pudiera abrirla—.
—Hola —le saludé de vuelta sonriéndole, la sonrisa de Caleb era contagiosa—.
—Había pensado... —dijo rascándose la nuca, parecía tímido y nervioso al mismo tiempo, a mí me pareció adorable—, había pensado que mañana podríamos ir por la tarde al cine, van a poner uno de esos musicales que han estrenado ahora, es de un circo me parece, ¿te gustaría?
—¿Me tomas el pelo? ¡Me encantan los musicales! —dije sonriendo ampliamente y luego me di cuenta de lo cría que había sonado, me sonrojé y el rio un poco—, me encantaría.
—Genial, pues paso por ti, ¿a las seis? —asentí y él sonrió—, genial, nos vemos mañana, Kath.
—Nos vemos mañana, Caleb —dije cerrando mi taquilla y él empezó a alejarse sin dejar de sonreír—.
Vi como Caleb se alejaba por el pasillo y me quedé mirándole. ¿Aquello era una cita? No estaba segura, pero me empezó a doler la tripa, estaba nerviosa. Nunca había tenido una cita y no sabía cómo era aquello. Necesitaba la ayuda de Amber y Roxanne urgentemente.
Mi siguiente clase era lengua y allí me encontré con mis amigas que me habían guardado un sitio justo detrás de Roxanne. Cuando me senté ambas se giraron.
—Buenos días, K —dijo Roxanne—, ¿qué haces esta tarde? Estábamos pensando en ir a merendar, ¿te apuntas?
—Mmmm —dije pensando en si tenía que hacer algo, pero no recordé nada—, claro, ¿hora?
—A las cinco, paso por ti —dijo Amber—, ¿qué tal el día?
—Pues me acaba de pasar algo raro —dije riéndome un poco—, ¿recordáis lo cabreado que estaba Caleb el viernes? —asintieron—, pues acaba de pasarse por mi taquilla y estaba super simpático, me ha invitado mañana al cine ¿vosotras lo consideraríais una cita?
—Oh dios mío —dijo Roxanne riéndose—, nuestra pequeña Kath tiene una cita Am, ¡qué fuerte!
—Sin duda, es una cita —dijo Amber sonriendo y yo me sonrojé—, ¡pero no es nada malo! Solo sé tú misma, lo pasaréis genial, ya verás —le sonreí—.
—¡Buenos días a todos! —dijo el profesor entrando por la puerta y eso fue suficiente para que el silencio reinase en la clase—.
El olor a café y pastel de aquella cafetería era una de las cosas que había olvidado. Desde mi vuelta no había pisado aquel lugar. Era como si mis amigas quisieran retomar nuestras viejas costumbres y en parte se lo agradecía. Pero, por otro lado, lo único que yo quería era pasar página, una vida que no me recordase lo que había sufrido en el pasado. Es cierto que el pasado nos ayuda a ser mejores, pero en mi caso, recordar aquellos días, hacía que mis ojos se apagaran.
La Florida era una cafetería pequeña pero con mucho encanto, de esas que la gente se paraba a mirar por su bonita decoración y donde muchos entraban a tomar un café solo por hacer fotos. Una vez, dos años atrás, había sido uno de mis refugios favoritos. Cindy y sus amigas no solían pasar por aquel barrio, escondido no muy lejos del centro de la ciudad, un barrio donde nadie me conocía. Un día se me había ocurrido traer a Amber y Roxanne y desde entonces, supieron donde pasaba gran parte de mis días.
—Sabíamos que no habías vuelto —dijo Amber sentándose en la que se había convertido mi mesa, la última en la esquina, alejada de todas las demás—, ¿está bien?
—Sí —dije sonriéndole—, este lugar me solía gustar mucho, ¿siguen teniendo la tarta de zanahoria?
—¡Es nuestra mejor tarta! —dijo una chica joven a mi espalda, me sobresalté— ¡ay perdona, no quería asustarte!
—No te preocupes —le sonreí para tranquilizar su cara de apuro—, que sea una ración para mí, porfi.
—Yo quiero tarta de chocolate —dijo Amber mirando la vitrina, la boca se le hacía agua—.
—De queso para mí —dijo Roxanne—.
—Marchando chicas —sonrió la joven y se alejó detrás de la barra americana que antes no existía—.
—Así que tienes una cita con Caleb, ¿no? —empezó Roxanne con una sonrisa—.
Desde que les había dicho que Caleb me había invitado al cine no habían parado con el tema. Había sido una conversación corta, pero mis amigas se lo habían tomado como si Caleb Royce fuese a pedirme matrimonio. Solo era una película y además un musical, me perdían los musicales, ¿cómo iba a decir que no?
—Solo es una película —rodé los ojos—.
—Pero vais solos —puntualizó Amber—.
—Solos y al cine —concretó Roxanne—.
—Definitivamente es una cita —sentenció Amber con una sonrisa traviesa en la cara—.
—Y vosotras sois definitivamente insoportables.
Las tres reímos ante mi respuesta, había echado de menos nuestros piques, no iba a mentir sobre ello. Mis amigas eran de otro planeta, con sus locas ideas, eran las personas que mejor me entendían y que siempre me habían apoyado. Eran mi familia por elección.
La misma chica de antes nos trajo las porciones de tarta poco después. La tarta de zanahoria seguía teniendo el mismo aspecto de siempre y cuando la probé. Santo cielo, estaba tan buena como la recordaba. Dulce y con nueces, me encantaba. En ese instante supe que volvería a ir, porque aquella tarta... aquella tarta era la perdición de cualquier dieta.
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Que vuelva a brillar el sol
Teen FictionKatherine Reed vivía un infierno de bromas de mal gusto, acoso escolar e insultos. Alguien se encargó de que así fuera durante años, hasta que Kath desapareció con una maleta en cada mano, pero no para siempre. Volvería. Ahora, dos años después, Kat...