Capítulo 10. Recuerdos

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CAPÍTULO 10: RECUERDOS

Liam

—Destiny, en serio, para ya —dije apartando sus manos de mí—.

—¿Pero por qué? Si estábamos bien, Liam —dijo molesta—.

Destiny me había abordado justo en la salida de la cafetería y no había podido deshacerme de ella ni siquiera cuando la gente ya había entrado en sus clases. Estaba empezando a perder la paciencia.
Lo cierto era que me había cansado de sus tira y afloja, salir con ella era hacer lo que ella quería, todo giraba a su alrededor y había aguantado por el grupo, pero una vez había hablado con Evan había llegado a la conclusión de que me había cansado de ella hacía tiempo. Habíamos cortado la semana pasada y por unos días no había sabido nada de ella, pero ahí estaba de nuevo. Destiny no era de las que se daban por vencida.

—Tú estarías bien, yo no —dije tajante—, no quiero seguir con esto Des, parecerá una excusa de mierda, pero ya no es como antes, ¿vale?

—Eres un gilipollas —dijo rabiosa haciendo que sus mejillas se tiñesen del color de su pelo—, puedo tener al que quiera y lo sabes.

Allí estaba. La Destiny en la que Cindy la había convertido. Una chica que no quería tener cerca. Una persona horrible que se reía de los demás, pisoteaba a cuantos podía y no le importaba lo más mínimo. Habíamos discutido mucho por aquella actitud que ella decía no tener. Pero era aparecer Cindy y el brillo de maldad aparecía en sus ojos. No me gustaba un pelo que fuese así y ya me había cansado de esas tonterías.

—Adiós Destiny —dije y me alejé de ella para ir a mi siguiente clase—.

La que no era así ni de lejos era Kath. Nunca lo había sido. Ni siquiera de niña. Entonces era morena. Pero es que el rubio le sentaba igual de bien. Era tan risueña. Entonces aún nadie le había hecho daño alguno. Sonreía a todas horas. Seguía teniendo la misma sonrisa sincera y transparente que te llenaba el corazón y te daban ganas de guardar en tu memoria para siempre. Pero había dejado de sonreír así a todos, solo a unos pocos, y yo me moría por que volviese a sonreírme de aquella manera, como cuando éramos niños.

Joder. Kath estaba en muchos de mis recuerdos y últimamente no podía sacármela de la cabeza. No sabía que me ocurría y después de aquel beso en la fiesta, la cosa había ido a peor. Me moría por volver a besar sus labios. Por volver a ver la mirada que me dirigió después de aquello. Le brillaban los ojos y yo me habría pasado toda la noche perdido en ellos. ¿Cuándo me había vuelto tan jodidamente cursi? La clase de literatura me estaba afectando al cerebro, había dejado de escuchar hacía diez minutos, seguro que era eso. Tenía a Evan al lado y estaba haciendo dibujos sin sentido en su libreta, si había alguien más distraído que yo en aquella clase era mi mejor amigo. El capullo de mi mejor amigo era el causante de todo aquello. Sabía que Destiny y yo lo habíamos dejado y ahora solo quería liármela cada vez que podía. Con amigos como él no se podía bajar la guardia nunca.

Para mi suerte, el timbre sonó anunciando el fin de aquella tortura. Me levanté de un salto, recogí rápidamente y salí de allí.

Aquel día no había entrenamiento, pero los martes me gustaba ir y lanzar unos tiros a canasta antes de irme a casa. Normalmente Evan solía quedarse conmigo, pero hoy tenía que llevar a Cindy a casa, aquello me había fastidiado porque la verdad era que no me tragaba a su novia por muy buena que estuviera. Cindy era una arpía.

—Joder Caleb, no es tan complicado —dijo una voz femenina dentro del vestuario de chicos—, solo tienes que llevártela a la cama, ¿hace falta que te explique cómo va? Ni siquiera eso, solo tienes que sacar un par de fotos en tu cama, la gente hará el resto.

—Es que parece una monja Cindy —bufó una voz masculina que reconocí al instante—, la he invitado al cine a ver un tostón de película, a ver si consigo hacérmela y llevarla a casa, es mañana.

—Más te vale, si no, no hay trato cielo —entonces reconocí aquella voz—.

Eran Cindy y Caleb. Estaba seguro. Escuchaba esas voces a diario y, además, allí solo estaban ellos. Aquella era una conversación que nadie debía escuchar, porque si no, ¿que estaban haciendo solos en el vestuario masculino? Aquello no me gustaba un pelo y tenía que salir de allí cuanto antes. Pero como un cotilla, me quedé escuchando. Tenía que saber de quién hablaban, porque tenía un presentimiento y aquello no me gustaba un pelo.

—No, tenemos trato —se apresuró a decir Caleb—, tendrás las fotos de Kath y después me conseguirás la cita con Esther.

—Hasta que no vea esas fotos de la zorra no hay trato, así que ya puedes darte prisa —sentenció Cindy y entonces escuché sus tacones acercándose a la puerta, me metí en el vestuario, en uno de los últimos pasillos donde no podían verme—.

Un minuto después se cerró una taquilla y entonces se escucharon pasos, los pasos de Caleb que salió del vestuario dejándome completamente solo.

Cindy quería joder a Kath. Tendría que haberlo visto venir desde el primer momento. Esa simpatía fingida que ponía a Kath con los nervios a flor de piel y los pelos de punta. Podía ver lo tensa que se ponía desde la otra punta. Seguía teniéndole miedo por mucho tiempo que hubiera pasado y la verdad que no la culpaba por ello. Aquella tía era una bruja y la tenía tomada con ella desde primer curso, dos años fuera no habían cambiado nada en la cabeza de Cindy, más bien habían sido un descanso y ahora quería retomar su tortura. No podía permitir que hiciese daño a Kath y a Caleb iba a cargármelo por ser un imbécil. Kath no merecía un tío así. Y yo pensaba que iba detrás de ella y por ello intentaba mantenerme al margen. Aquello tenía que solucionarlo. El muy idiota de Caleb seguía colgado de Esther y Cindy se había aprovechado de ello.

Estaba muy cabreado y necesitaba liberar toda esa rabia. Salí del vestuario. Cogí una pelota naranja y empecé a correr. Quería despejar la mente. Al principio funcionó, pero después, como una pequeña intrusa, Katherine se coló en mi cabeza. Últimamente, pensaba en ella de manera constante y no sabía cómo manejar aquello. Sonreí al recordar el décimo cumpleaños de mi hermana.

En aquella época les había dado por ser princesas. El año anterior habían sido hadas y quién diablos sabía por qué les daría a aquellas tres diablillos el año siguiente. Mamá a veces las llamaba el trío calavera y aún recuerdo cuando un año después les dio por ser piratas, aquel nombre les vino como anillo al dedo.
Pero aquel año, el año de las princesas, a Amber apetecía hacer una fiesta como si aquello fuese un castillo. Le pidió a mamá un baile real y como siempre, Amber se salió con la suya, hasta me obligó a ponerme un traje. Menos mal que ninguno de mis amigos estaba allí, se habrían reído una barbaridad. Solo tenía que hacer acto de presencia y después desaparecería de allí sigilosamente. Pero entonces apareció ella, con un vestido amarillo pastel y una radiante sonrisa que me contagió al instante y ya no pude irme. Entonces Kath y yo éramos buenos amigos y me saludó con un abrazo que hizo que mi corazón de niño latiese a mil por hora. Cuando Amber nos obligó a bailar como en las películas, no lo dudé ni un segundo, la busqué. Aquel día la pisé por lo menos veinte veces y ella no había dejado de reír. No fue el día en que aprendí a bailar, pero sí el día que me enamoré por primera vez de ella y de su sonrisa.

Encesté por cuarta vez cuando la sonrisa de Kath, vestida de princesa, desapareció de mi mente. Con los años me había vuelto un idiota y había olvidado todo lo que a aquel niño le gustaba de Katherine. El beso de la fiesta había hecho que todos esos recuerdos reviviesen. Su timidez al besarme. Cómo se había cogido de mis brazos. Me había vuelto loco. Y ahora estaba jodido, ahora no podía quitarme su mirada nerviosa de la cabeza. Tampoco sus labios entreabiertos, ni el sonrojo que vi en sus mejillas después de lo que había ocurrido. Solo quería besarla de nuevo.

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⏰ Última actualización: May 08, 2019 ⏰

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