Silencios Compartidos

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NARRADOR OMNISCIENTE

El día en la escuela comenzó como cualquier otro, pero para Caleb y Aarón, había algo distinto en el aire. Mientras caminaban por los pasillos, un silencio incómodo se cernía sobre ellos. Ninguno había olvidado lo que había pasado días atrás frente a la casa de Caleb, cuando Aarón los había sorprendido a él y a Joel en un beso inesperado. Ahora, las miradas entre ellos estaban cargadas de nerviosismo, como si algo no resuelto flotara entre los dos.

—¿Nos sentamos juntos en clase hoy?— preguntó Aarón con voz suave cuando llegaron al aula. Sus ojos intentaron encontrar los de Caleb, pero Caleb solo asintió, sin atreverse a mirar directamente a Aarón. La tensión era palpable, pero ninguno quería hablar de lo que había sucedido. No todavía.

Durante la clase, ambos se sentaron uno al lado del otro, pero el ambiente era denso. Caleb sentía su piel hormiguear cada vez que Aarón se movía a su lado, y Aarón no podía concentrarse en nada de lo que el profesor decía. El espacio entre ellos parecía cargado de emociones no dichas, y aunque intentaban actuar con normalidad, ambos sabían que eventualmente tendrían que enfrentarlo.

Cuando el timbre del recreo sonó, decidieron hablar. Se dirigieron al campo de fútbol, un lugar donde las palabras fluyen más fácil, o eso esperaban.

—Sobre lo que pasó con Joel...— comenzó Caleb, rompiendo el hielo mientras caminaban. Sentía la necesidad de aclarar las cosas.

Aarón lo interrumpió con una sonrisa que intentaba parecer despreocupada. —No pasa nada, Caleb. No tienes que explicarte. Lo entiendo.—

Caleb lo miró, sorprendido por la calma en la voz de Aarón. —¿De verdad?— preguntó, su voz sonando más insegura de lo que hubiera querido.

—Sí— respondió Aarón, forzando una risa ligera. —Lo que sea que sientas por Joel, está bien. No tienes que preocuparte por mí.—

Pero por dentro, Aarón no estaba tan seguro. Aunque trataba de ocultarlo, en el fondo, cada vez que recordaba ese beso, sentía un pequeño dolor en su pecho, una punzada que no lograba ignorar del todo. Aún así, prefería fingir que todo estaba bien, al menos por ahora. No quería perder a Caleb, y menos ahora que sus sentimientos por él se estaban volviendo más claros.

Después del recreo, ambos se dirigieron al entrenamiento de fútbol. Al principio, todo marchaba bien. Caleb y Aarón jugaban como siempre lo habían hecho, pero el ambiente entre ellos aún seguía cargado de algo más. Durante un movimiento rápido para intentar quitarle el balón a Aarón, Caleb perdió el equilibrio de manera inesperada. Al caer, su tobillo se torció de forma dolorosa. El golpe fue tan fuerte que inmediatamente soltó un grito de dolor, cayendo al suelo.

—¡Caleb!— exclamó Aarón, corriendo hacia él con una expresión de preocupación. Caleb intentó ponerse de pie, pero el dolor en su tobillo era insoportable.

—No puedo caminar...— murmuró, apretando los dientes.

—Te llevo a la enfermería— dijo Aarón sin dudarlo. Con un rápido movimiento, se inclinó y, antes de que Caleb pudiera protestar, lo levantó en sus brazos. Caleb sintió el calor de Aarón envolviéndolo, y su corazón comenzó a latir más rápido, aunque no sabía si era por el dolor o por estar tan cerca de él.

El trayecto hacia la enfermería fue silencioso. Caleb se aferraba a Aarón, intentando no pensar demasiado en lo que sentía al estar tan cerca de él. Por su parte, Aarón intentaba mantener la compostura, concentrándose en llegar a la enfermería cuanto antes.

Cuando finalmente llegaron, la enfermería estaba vacía. La enfermera no estaba, pero Aarón no dudó ni un segundo.

—Vamos, te revisaré el tobillo hasta que ella llegue— dijo Aarón, dejándolo suavemente en una camilla.

El silencio de lo DeseadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora