Quinn estaba enfadada. No realmente enfadada, pero si molesta al menos, ya que dar vueltas recorriendo los pasillos del instituto no es que fuese una de sus actividades favoritas. Estaba acostumbrada a que Santana y Brittany siempre estuviesen pegadas a sus talones, y sin embargo, hoy no las había visto en toda la mañana. No era raro que las chicas se saltasen alguna clase de vez en cuando, pero cuando tampoco aparecieron a la hora del almuerzo la rubia comenzó a estar realmente molesta con ellas. ¿Desde cuando sus dos mejores amigas hacían planes durante el horario escolar sin incluirla y ni siquiera avisarla?
La rubia siguió recorriendo los pasillos con el ceño fruncido, y tras pasar por tercera vez por delante de su taquilla y la de sus dos amigas, soltó un pequeño bufido. Ni rastro de las dos animadoras. Fue entonces cuando reparó en que aún no había mirado en el aseo femenino, y aunque le pareciese un sitio realmente malo para pasar el rato teniendo el amplio vestuario de las Cheerios, decidió echar un vistazo. Cual fue su sorpresa cuando en lugar de a Brittany y a Santana, encontró a Rachel mirándose en el espejo con un pequeño estuche de maquillaje entre las manos.
Quinn rodó los ojos hacia un lado, suspirando con fastidio mientras que dejaba que su cuerpo se apoyase en el lavabo.
—Hey Hobbit, ¿has visto a Santana y a Brittany?—inquirió la rubia, no molestándose ni siquiera en tratar de entablar una conversación medianamente amistosa con Rachel.
La morena frunció el ceño inmediatamente, dolida por el apodo dirigido hacia ella. Aunque estaba más que acostumbrada a los insultos de Quinn y de las demás animadoras, en lo más profundo de su ser aún albergaba la esperanza de que algún día las demás chicas llegasen a aceptarla. Y al parecer ese día no iba a ser hoy. Así que Rachel decidió contestarle de la mejor manera que se le ocurrió.
—Es gracioso que te dirijas a mí de esa manera, Quinn, porque está claro que es la envidia hacia mi talento la que está hablando por ti. Quiero decir, yo soy una estrella, y ya te acordarás de este momento cuando yo esté triunfand-.
— ¿Las has visto o no?—la interrumpió Quinn, que comenzaba a perder la paciencia.
—No.
Y sin decir ni una palabra más la rubia salió del aseo, dejando a una furiosa y resignada Rachel con la palabra en la boca. La piel de los nudillos de la morena se volvió completamente blanca, mientras que sus manos se aferraban con fuerza al estuche de maquillaje. Después de unos segundos, Rachel soltó un suspiro resignado, y tras recoger sus cosas salió de la habitación. El ambiente se quedó en el más absoluto de los silencios, hasta que el sonido de una carcajada ahogada rompió la breve calma.
Quinn y Rachel habían estado tan ocupadas discutiendo entre ellas que ninguna de las dos se había percatado de que el cubículo del baño más alejado de la entrada tenía la puerta cerrada. Y por supuesto, a ninguna de las dos se les había pasado por la cabeza que al otro lado de esa puerta pudiese haber alguien.
Brittany volvió a reírse al ver que Santana le cubría de nuevo la boca con la mano para que no hiciese ningún ruido, tratando de escuchar si efectivamente se habían vuelto a quedar solas en el aseo. Tras unos interminables segundos, Santana se relajó de nuevo, y en un movimiento rápido empujó a Brittany contra la puerta del cubículo.
— ¿Dónde nos habíamos quedado?—susurró la latina con voz ronca, devorando a la rubia con la mirada mientras que sus manos se posaban en su cintura.
—Justo aquí...
Brittany inclinó la cabeza hacia adelante, atrapando los labios de Santana bruscamente en un beso cargado de deseo. Las lenguas de ambas volvieron a enredarse de nuevo, mientras que la latina presionaba a la rubia aún más contra la puerta, haciendo que el espacio entre sus cuerpos fuese mínimo. Las manos de Brittany no tardaron ni cinco segundos en perderse por debajo de la falda de Santana, arrancándole un sonoro gemido de los labios a la morena en cuanto sus dedos rozaron la piel sensible.
Ya tendrían tiempo más tarde para disculparse con Quinn por haber desaparecido tan repentinamente. Ahora mismo, lo único que importaba en el mundo eran ellas dos. Absolutamente nadie más.
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