Hoy era uno de esos días que marcan un antes y un después en la infancia de un niño. O por lo menos, para la pequeña Brittany así era. Por primera vez en sus seis años de vida iba a visitar el Zoo. Esa noche no había pegado ojo, completamente excitada y nerviosa ante la idea de ver tantos animales juntos en vivo y en directo, no en fotos o a través de la televisión. Un acontecimiento completamente alucinante.
Desde que conocía a Santana, Brittany no se separaba de ella nada más que para comer, dormir o asearse (y a veces ni eso), y por su puesto, la visita al Zoo no iba a ser la excepción. A primera hora de la mañana Maribel López había pasado por casa de los Pierce para dejar a la pequeña latina al cuidado de la otra familia, con la promesa de ir a recogerla al final del día. Aunque Santana quisiera hacerse la interesante, alegando que solo iba a la excursión por acompañar a su amiga, en sus pequeños ojos podía verse reflejada perfectamente la ilusión que también creaba en ella la visita.
Brittany fue canturreando durante todo el viaje, mientras que la morena, siempre más tranquila y calmada, se limitó a mirar por la ventana del coche, riendo ocasionalmente cuando la rubia decía algo gracioso o disparatado. Los padres de Brittany las vigilaban por el reflejo del espejo retrovisor, sonrientes al ver la bonita amistad que habían desarrollado las niñas en cuestión de unos meses.
Una vez que consiguieron encontrar sitio en el aparcamiento del recinto, Brittany prácticamente saltó del vehículo en marcha, arrastrando a Santana con ella sin soltar su mano ni un solo momento.
Mientras que la pequeña Pierce tenía un mayor gusto por los animales de granja y cualquier tipo de cachorro peludo y pequeño, Santana prefería los grandes felinos y otros animales corpulentos y majestuosos, por lo que los padres de Brittany tuvieron un día bastante ajetreado corriendo detrás de ambas niñas de un lado a otro del Zoológico.
Después de almorzar, la familia al completo reanudó su recorrido por las instalaciones, siendo el turno de visitar a los osos panda. Los animales hacían la delicia de niños y adultos, comiendo bambú y jugueteando entre ellos. Santana se había quedado completamente engatusada por los osos, sin apenas parpadear para no perderse nada de lo que pudiesen hacer, hasta que de repente un pequeño grito la devolvió a la realidad.
— ¡San! ¡San mira!—la llamó Brittany, pegando su rostro al cristal del recinto que había al lado del de los pandas— ¡Ese oso se ha subido a una rama!
La latina acudió rauda y veloz a la llamada de su amiga. Sin embargo, la expresión de su rostro cambió de excitación a una de total confusión, ya que lo que sus ojos veían a través del cristal no coincidía en absoluto con lo que Brittany decía ver. El animal en cuestión tenía pelo de oso e incluso orejas de oso, pero definitivamente su cuerpo y sobre todo su nariz no eran de oso. El animalito descansaba tumbado panza arriba sobre una final rama, comiendo con gran placer las hojas que de ella colgaban.
—Britt... realmente no creo que eso sea un oso—habló finalmente la latina, mirando de reojo a su amiga.
— ¿Cómo que no?—la rubia pareció darse cuenta entonces de que su supuesto oso distaba un poco de los otros que habían visto momentos atrás. Aún así no se dio por vencida inmediatamente— ¿Cómo se llama entonces?
Santana se mordió el labio suavemente, ya que aunque estaba bastante segura de llevar la razón en este asunto, no tenía manera de responder a dicha pregunta. Sus ojos escanearon su alrededor, hasta que finalmente dieron con un cartel con la palabra Koala escrita en letras grandes y llamativas.
—Mira—señaló con el dedo.
—Ko-a-la... ¡Koala!—exclamó Brittany, para continuación hablarle directamente al animal a través del cristal— ¿Así que ese es tu nombre, eh Koala?
—Ya te dije que no era un oso.
—No pone que no sea un oso—replicó Brittany, con una gran sonrisa dibujada en su rostro—Solo pone que se llama Koala. Yo le habría puesto un nombre mejor, como Toby o Spike... pero Koala también es bonito—Santana no podía creerse que su amiga realmente estuviera hablando en serio, pero el rostro inocente de la rubia no dejaba lugar a dudas— ¡Hola, oso Koala!
Finalmente la latina no pudo evitar soltar una carcajada divertida, ya que algo así solo podía ocurrírsele a su mejor amiga. Por eso era suya y de nadie más, porque solo ella sabía ver lo especial que era Brittany. La latina le pasó un brazo a la otra niña por encima de los hombros, pegando su rostro al cristal para poder ver más de cerca al animalito, que seguía tumbado sin inmutarse.
— ¡Hola, oso Koala!