Estoy sentada en la esquina más apartada de la cafetería, la que tiene la ventana enorme que da a la calle. Fuera, el día es una sucesión de sombras que se deslizan, de gente que va de un lado a otro, indiferente a lo que pasa entre estas paredes. No dejo de apretar la taza de café entre mis manos, buscando calidez en el frío que llevo dentro. El aroma es fuerte, reconfortante, pero no lo suficiente para calmar el huracán que siento en el pecho. He llegado antes de la hora, como siempre. No sé si porque me gusta tener un momento para mí o porque no puedo evitarlo. Probablemente lo segundo.
Hazel aún no ha llegado. Miro el reloj de la pared, las manecillas avanzan lentas, casi como si supieran lo que va a pasar. Las cosas no deberían ser así. Yo no debería estar aquí, esperando a que ella llegue y me explique lo que ya sé, lo que me duele. Pero aquí estoy. Una parte de mí sigue esperando que sea una broma de mal gusto, que haya alguna razón absurda para todo esto, algo que lo haga menos real.
La puerta de la cafetería se abre y siento cómo el aire frío me corta la piel. Hazel entra. Se sacude el abrigo mientras sus ojos me buscan. Cuando me encuentra, su rostro se relaja un poco, aunque en su mirada hay algo… algo que me hace querer escapar. Se acerca lentamente, como si dudara en cada paso, y se sienta frente a mí. El silencio entre nosotras es denso. Sé que no puedo dejar que dure mucho, pero tampoco sé cómo romperlo.
Hazel es siempre tan segura de sí misma. Es la imagen de alguien que tiene todo bajo control, desde sus palabras hasta sus emociones. Pero hoy, hay algo distinto en ella. Hoy parece más humana, más vulnerable, como si todo lo que había guardado bajo llave durante tanto tiempo estuviera a punto de salir a la superficie.
—Margot… —su voz es suave, casi susurrada, como si le doliera pronunciar mi nombre—. Lamento tanto que te enteraras así.
Me muerdo el labio. Siento que las palabras están ahí, justo en la punta de mi lengua, pero no salen. No quiero decir algo de lo que me arrepienta, pero tampoco quiero dejar que se escape sin más.
—Lo siento, de verdad —continúa, y veo cómo sus ojos, que siempre han sido tan intensos, se suavizan. Sabe que ha hecho algo irreversible. No se disculpa por lo que es, sino por lo que su vida ha revelado de ella. Por lo que me ha herido—. No quería que te enteraras de la existencia de mi hija así, y menos ahora. Te prometo que no tiene nada que ver con lo que siento por ti. Margot, lo que siento por ti es lo más real que he experimentado en mucho tiempo.
Escucho sus palabras, pero no sé si las entiendo del todo. No es solo el hecho de que tenga una hija, aunque eso ya es suficiente para hacerme tambalear. Es el hecho de que todo lo que yo creía saber sobre Hazel parece estar incompleto, o peor, mal entendido. He estado con ella, la he querido, y ahora no sé qué hacer con esa realidad nueva que me atraviesa.
—Hazel… —mi voz suena más rota de lo que esperaba—. No sé cómo gestionar esto. No sé qué se supone que debo sentir. Te quiero. No es que no lo haga. Pero me siento dolida, como si me hubieras escondido una parte de ti.
—Lo entiendo —dice rápidamente, como si temiera que el silencio nos volviera a tragar. Me mira a los ojos, buscando algo, tal vez una señal de que todavía estoy aquí, de que no me he ido por completo—. No te lo oculté por maldad, Margot. Ni siquiera porque no confiara en ti. Es solo que… la situación es complicada. Mi hija y yo, no tenemos las cosas faciles, y no quise mezclar las cosas hasta que estuviera segura de que podría manejarlo. Nunca quise lastimarte.
—Pero lo hiciste. —Mis palabras son casi una acusación, una herida que no puedo dejar de mostrarle. Lo que más duele no es que no me haya hablado de su hija antes. Lo que más me duele es la sensación de haber sido puesta en una especie de burbuja, aislada del resto de su vida, como si mi lugar en su mundo fuera algo temporal, algo separado de todo lo demás. Y tal vez lo era. Tal vez yo solo estaba en su vida a medias.
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PROHIBIDO
VampireLa vida de Margot cambió en el momento en el que su padre decidió meterla a una escuela pública, pero mejora notablemente cuando Hazel, su profesora de matemáticas financieras, hace su primer aparición, después de todo las cosas no podían ir tan mal...