Hazel

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A veces pienso que la traición no duele tanto por lo que ocurre, sino por quién lo hace. Michelle... nunca pensé que sería ella quien me haría esto. Me siento estúpida por haber creído que, a pesar de todas las diferencias, a pesar de los rencores que quizás ni siquiera entendía, ella siempre sería mi hermana, mi aliada. Pero aquí estoy, sola en la sala de profesores, repasando cada pedazo de la historia que se rompió entre nosotras, preguntándome cómo llegamos hasta aquí.

Me dijeron que el amor nos hace vulnerables, pero no mencionaron que el odio de alguien cercano te desgarra en una forma que el amor jamás podría reparar. El día que descubrí que Michelle estuvo detrás de todo, conspirando con Augusto, no fue una explosión de rabia lo que sentí. Fue algo mucho peor. Fue decepción. Un vacío helado que me atrapó y no me soltó. ¿Cómo pude no verlo? ¿Cómo pude no entender que ese odio hacia mí venía de mucho antes? No fue solo por Alan. No fue solo porque se enamoró de mi exmarido. Fue algo más profundo, algo retorcido. Un amor frustrado, un deseo de tener lo que yo tenía, de arrebatarme lo poco que me quedaba.

Y cuando pienso en Alan, no siento nada. Ni siquiera tristeza. Él ya es parte de otro capítulo cerrado. Pero Michelle... nunca pensé que su resentimiento fuera tan lejos. Jamás imaginé que me dañaría de esta manera.

Y luego está Margot. El pensamiento de ella me ha tenido atrapada todo el día. No puedo quitarme de la cabeza cómo se veían sus labios, cómo se movieron suavemente sobre los míos. Pero lo que me lastima más no es esa imagen, sino lo que representaba. Era como si, por un segundo, Michelle hubiera ganado. Porque cada vez que pienso en ese beso, me pregunto si Margot también la deseaba, si en algún momento sintió algo por ella. Y eso es lo que me está destruyendo. Margot, a quien amo, y en quien siempre confié... ¿cómo pudo estar tan cerca de Michelle? Sé que Margot me ama, sé que nunca quiso traicionarme, pero esa imagen no se va. Esa posibilidad. Ese miedo.

No puedo seguir así. No puedo seguir sin saber la verdad.

Tomo el teléfono con manos temblorosas. Sé que Margot no me mentirá, pero tengo que oírlo de sus labios, tengo que entender lo que realmente pasó. Quiero que lo aclare, que me diga que nunca, ni por un segundo, pensó en algo más que en mí. Y aun así, estoy aterrada de lo que pueda escuchar.

—Hola, Hazel. —La voz de Margot suena tranquila, pero noto la tensión detrás de las palabras.

—Margot, necesito que hablemos —le digo directamente, sin rodeos. Estoy cansada de fingir que estoy bien, de pretender que puedo soportar más incertidumbre. Necesito la verdad.

Al otro lado de la línea, Margot guarda silencio un momento. Puedo sentir su preocupación, su duda.

—Lo sé. He estado pensando en ello también. —Su voz es suave, pero hay un temblor que nunca antes había escuchado. Algo en ella me hace apretar el teléfono más fuerte.

—Margot, no puedo dejar de pensar en... Michelle. En lo que pasó entre ustedes —digo con dificultad. Cada palabra es como una puñalada en mi garganta—. Necesito que me lo aclares. No puedo vivir con esta duda.

Escucho cómo ella suspira profundamente. El silencio que sigue se vuelve insoportable.

—Hazel... lo siento tanto —dice finalmente—. No quise hacerte daño, de verdad. Me sentía muy vulnerable en ese momento. Michelle... ella sabía cómo hablarme. Sabía exactamente qué decir. Yo... no sé cómo explicarlo. Solo... me dejé llevar. No significó nada, te lo juro. Pero sé que fue un error. Uno enorme.

Mis pensamientos se detienen, como si todo en mi mente se hubiera congelado. Escuchar su confesión me hace sentir como si el suelo bajo mis pies se desmoronara. Margot y Michelle… era real. Hubo algo, aunque fuera momentáneo. Y ahora, esa duda que me había estado comiendo viva tenía una respuesta.

PROHIBIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora