Introducción

41 7 12
                                    

Cuando Yeonjun conoció a Choi Soobin, fue en casa de un desconocido.

El popular chico de cabello rosa, como el algodón de azúcar, fue invitado a una fiesta típica que los jóvenes universitarios solían organizar para liberar el estrés de las clases. Este año, los primeros años -y probablemente de otros años- de diversas facultades se unieron al encuentro, convencidos de que aún eran jóvenes estudiantes de bachillerato¹ con derecho a festejar, sin las responsabilidades de la adultez, por supuesto.

La fiesta se llevó a cabo en casa de un tal Ju Haknyeon, quien lo invitó especialmente porque se decía que su mera presencia aportaría gratitud al evento. Yeonjun intuyó que aquel chico tenía intenciones que no le atraerían, pero, al fin y al cabo, una fiesta es una fiesta, y él no iba a faltar. Todo sea para despejar su fatídica mente.

Se vistió con un suéter amarillo que se ceñía a su delgada complexión, resaltando sus hombros, y unos vaqueros ajustados que acentuaban sus curvas en los lugares correctos, complementando su look con sus infaltables Converse rojos. Alisó un poco su melena rosácea y dejó caer su flequillo sobre la frente, acentuando sus ojos felinos y su aire intimidante. Una de sus armas secretas era el lip gloss² que humectaba sus esponjosos labios, dándoles un brillo seductor.

Se sintió verdaderamente seguro al mirarse al espejo y sonreírse antes de tomar su bolso, y meditó solo unos momentos de si llevar su celular. Al final optó por dejarlo. Entonces se dirigió a la salida de su hogar, donde esperaría a su compañero, porque ni loco iría solo. Hueningkai llegó pronto en su motocicleta y, sin perder tiempo, se pusieron en marcha.

La música retumbaba fuerte incluso afuera de la casa; el bajo de las bocinas reverberaba en sus pechos, y no sería sorprendente que dentro la algarabía³ fuera aún más intensa. No hubo nadie que los recibiera, sino que algunos saludaron a Yeonjun y otros le dedicaron silbidos y comentarios sobre su apariencia, algo que a Kai le parecieron vulgares, pero que elevaron el ego y la confianza del pelirosa. Él era precioso, y lo sabía.

Fue invitado a bailar entre la multitud sudorosa, pero se negó rotundamente, alegando que estaba acompañado por el buen Kamal, quien fingió una relación más cercana de lo que realmente era, protegiéndolo al tomarlo de la cintura cada vez que alguien se acercaba con intenciones claras. Huening era, sin duda, el amigo indicado, especial y perfecto, brindándole serenidad en momentos donde la locura amenazaba con apoderarse de su cuerpo.

—Quiero ir por un trago —le susurró a Kamal, aunque el volumen de la música hacía difícil que se escucharan sus palabras, mientras ambos, muy pegaditos, observaban a la multitud con curiosidad, apartados de ella.

El castaño no se opuso y, en cambio, lo acompañó, dispuesto también a tomar alguna bebida de las mesas al costado de la casa, donde había cubetas llenas de diversas bebidas alcohólicas y ponche de manzana que seguramente incluía un buen toque de tequila o alguna otra mezcla. Además, había pequeños antojitos que Yeonjun se aseguró de degustar, y en un plato encontraron limones partidos para acompañar el alcohol. Se lamentaron de que no hubiera maní, porque eso ayudaba a que el alcohol no pegara tan fuerte, pero suponiendo la situación, era evidente que los universitarios no deseaban estar demasiado conscientes esa noche.

Yeonjun y Kai se mantuvieron bebiendo en esa esquina, hablando trivialidades o compartiendo puntos de vista que hacían reír a uno u otro. Cualquiera que los mirara creería las palabras que Choi había pronunciado: "Vine aquí con mi novio, Hueningkai", para aquellos que le invitaban a bailar o lo seducían sin descaro. Claro, cualquier persona que le pareciera poco atractiva o que no le interesara en absoluto, aunque, bueno, es un hecho que el pelirosa no tenía un interés oculto... ¿o sí?

Allá, donde la gente se restregaba entre cuerpos sudorosos bailando, los ojos de Yeonjun se posaron en un cuerpo atractivo, sudoroso y resaltado por una camisa de vestir blanca. ¿Una Oxford? Qué peculiar. Los chicos normalmente asistían a fiestas con ropa de cuero o lona, tal vez algodón para mayor comodidad, por lo que esa vestimenta le llamó la atención. El chico de cabellos oscuros vestía formal, un contraste en esa fiesta caótica, pero debía admitir que su atuendo ceñía su cuerpo de una manera sexy y maravillosa. Por un momento, la idea de adentrarse entre la multitud no le pareció tan descabellada.

Entre La Razón Y La Pasión  |  SoojunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora