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Esa mañana, el incómodo despertar de Yeonjun se vio empañado por la soledad en la cama y el extraño entorno que lo rodeaba. La decepción cayó sobre él como un balde de agua fría al darse cuenta de que no reconocía el lugar. Tomó rápidamente las prendas tiradas en el suelo y se vistió a toda prisa, intentando domar su enmarañado¹ cabello frente al espejo.

A pesar del dolor de cabeza que le taladraba las sienes, su mente estaba sorprendentemente clara. La única persona realmente ebria de la noche anterior había sido Soobin; él simplemente se había dejado llevar. Aun así, no podía lamentar lo que había sucedido, porque, seamos sinceros, no se arrepentía en absoluto.

Al salir de aquella pulcra habitación, única testigo del "crimen", se tomó su tiempo para observar el pasillo que había recorrido antes de bajar las escaleras. Las paredes estaban adornadas con cuadros que capturaban su atención. A medida que se acercaba a la cocina, un aroma a café lo envolvió, y su cerebro despertó de inmediato. Esa droga olfativa le ofrecía consuelo.

Tragó saliva mientras bajaba las escaleras y cuando llegó a la cocina, lo primero que vio fue la ancha espalda de Soobin, vestido con una camisa blanca. Estaba de pie, inmóvil, observando cómo el café caía en la cafetera, ajeno a su entorno.

Yeonjun se preguntó qué hacer. De repente, los nervios lo invadieron y la vergüenza lo golpeó como una ola. ¿Cómo se supone que se actúa después de acostarse con alguien estando ebrios? En las películas, el macho siempre desaparece por la mañana, pero claro, esta no era una película, y él estaba atrapado en la vida real.

"Quizás si trabajaba, podría no estar aquí", pensó fugazmente.

Carraspeó, intentando deshacerse de la incomodidad. —Bu-buenos días.

Inmediatamente, el cuerpo del alto Soobin se giró, y Yeonjun sintió un sobresalto. Se encontraron cara a cara, separados por apenas cinco metros. Las mejillas de Soobin se encendieron, y su rostro mostró una mezcla de sorpresa y confusión. Aquel intercambio silencioso lo puso nervioso.

—Despertaste —murmuró Soobin, su voz ronca aún sonando somnolienta—. Buenos días... ¿Quieres café?

"¿Qué?"

De alguna manera, Yeonjun esperaba que Soobin lo mandara al diablo.

La noche anterior había revelado a un Soobin curioso y bromista, pero ahora, se mostraba distante y formal. Yeonjun recordaba a aquel hombre desinhibido, que coqueteaba y hacía chistes malos. Era difícil conciliar esa imagen con el hombre que tenía frente a él.

—Uhm... No es necesario. Será mejor que me vaya ya —respondió Yeonjun, sintiendo cómo su voz se quebraba.

El rostro de Soobin se deformó en una mueca, pero luego sonrió, intentando desdramatizar la situación. —¿Seguro...? No creo que conozcas este vecindario. Podría llevarte en mi auto cerca de tu casa... Entonces, ¿quieres café?

Yeonjun frunció los labios, asintiendo, aunque su mirada permaneció fija en el suelo. —Por favor.

Un desayuno incómodo siguió: tazas humeantes de café, miradas furtivas y silencios que pesaban en el aire. Con eso, se daba cuenta de como era Soobin una vez que el alcohol dejaba de cegar su cabeza. A pesar de la tensión, algo dentro de Yeonjun lo impulsó a romper el hielo.

—¿Deberíamos hablar de lo que pasó? —soltó al fin, sintiendo cómo el rubor le subía a las mejillas—. Yo... Bueno... lamento lo que sucedió ayer. Nos excedimos con el alcohol y... pues, sucedió... eso...

La verdad era que no lo lamentaba, pero quería ser cauteloso.

—También lo lamento —respondió Soobin, su voz sonando algo titubeante—. Normalmente... bueno, yo, en realidad no soy fanático de los chicos... Despertar aquí fue una gran sorpresa para mí —rió, incomodado.

Entre La Razón Y La Pasión  |  SoojunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora