año nuevo

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La víspera de Año Nuevo siempre tenía algo especial para ellos. Era el momento del año en el que se reunían solo los cuatro, esa familia que seguían siendo. Lucero y Manuel, a pesar del tiempo y la distancia que marcó su divorcio, compartían algo que iba más allá de lo que se rompió: un amor profundo y un lazo inquebrantable.

Esa noche, como cada 31 de diciembre, se reunieron en la casa que ambos compraron años atrás, cuando aún eran pareja. Llegaron, y empezaron a preparar y acomodar todo para la cena, jos y lucerito prepararon la mesa, y Lucero y manuel llevaron las cosas a esta. Nadie lo sabía, pero entre ellos había una complicidad que iba mucho más allá de una amistad cordial.

La cena fue perfecta. Entre risas, recuerdos y anécdotas, parecían ser la misma familia de siempre. Manuel la miraba a ella con la misma ternura de antaño, mientras que Lucero reía de los chistes de su exesposo como si nunca se hubieran separado. Los hijos notaban esa química, pero trataban de ignorarla. Para José Manuel y Lucerito, era mejor que las cosas siguieran como estaban, lejos de complicaciones emocionales que pudieran surgir si sus padres decidían regresar.

Cuando llegaron las doce, todo el ambiente se inundó de alegría. Se desearon lo mejor para el nuevo año, brindaron y abrazaron. Primero fueron los hijos, y después Jos y Lucerito se abrazaron entre ellos con la calidez típica de dos hermanos que, aunque distintos, se adoraban profundamente.

Pero luego vino el turno de Lucero y Manuel.

Se abrazaron con una fuerza que hablaba más de lo que cualquier palabra podía expresar. Había algo en ese gesto que los envolvía, los hacía olvidar por completo que ya no estaban solos en ese momento. Los años pasaron volando ante sus ojos mientras se murmuraban al oído palabras que sólo ellos podían entender.

L: Te deseo todo el éxito en este nuevo año, manuelito. Te amo (le susurró Lucero, sintiendo cómo los brazos de él la sostenían como antes)

M: yo igual, amor. Que este año este lleno de éxitos y felicidad para ti mi linda. Te amo (contestó Manuel en un susurro, su voz ronca y cargada de emoción)

El abrazo se prolongó. José Manuel y Lucerito intercambiaron miradas de incomodidad, pero fue Lucerito quien no pudo contenerse. Puso los ojos en blanco, arrugó la nariz y soltó un suspiro de desagrado.

LM: Ay no, en serio?  (murmuró en voz alta, lo suficiente como para interrumpir el momento entre sus padres)

Lucero y Manuel se separaron lentamente, aún con las manos entrelazadas, y miraron a su hija con una mezcla de sorpresa y diversión.

L: Qué pasa, nena? (preguntó Lucero, intentando disimular el rubor que subió a sus mejillas)

LM: Nada, má, solo que… es raro! (contestó Lucerito, cruzándose de brazos) No pueden simplemente ser normales? Se pasan de cursis.

José Manuel soltó una risa breve, dándole un codazo a su hermana.

J: Tienes razón, beba. Esto está raro (agregó, aunque con una sonrisa traviesa que revelaba que en el fondo no le molestaba tanto)

Lucero y Manuel intercambiaron una mirada cómplice. Sabían que sus hijos no querían verlos juntos, que se habían acostumbrado a la idea de que sus padres siguieran sus vidas por separado, pero en ese momento, parecía que nada más importaba.

M: Lo siento, pero no es algo que podamos evitar  (dijo Manuel, apretando ligeramente la mano de Lucero antes de soltarla) A veces, las cosas no son tan simples.

Lucero, siempre con su elegancia, sonrió suavemente a sus hijos. Sabía que no podía forzarlos a entender, pero también sabía que el amor que sentía por Manuel era algo que no desaparecería tan fácilmente, ni siquiera después de tantos años.

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