Tiempos mejores

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Narra Riveria,

El gran salón del castillo de Dynatá era majestuoso. Los estandartes dorados y rojos ondeaban suavemente con la brisa que entraba por los ventanales, decorando el espacio con un aura de nobleza y tradición. Cada rincón de la sala hablaba del antiguo linaje real, de sus glorias pasadas y también de las sombras que habían caído sobre el reino con la invasión del demonio. Pero hoy todo eso se sentía como un recuerdo lejano. Bell, el joven aventurero que una vez había sido un niño de corazón puro, ahora caminaba a mi lado con una determinación renovada. Estaba a punto de asumir una responsabilidad que ni él mismo había imaginado.

Riveria - Tranquilo, tú puedes, yo lo sé.

Bell - ¿Parezco tan nervioso?

Riveria - Solo un poco. Aunque lo estás haciendo bien, para ser tu primera coronación.

A medida que avanzábamos por el pasillo hacia el trono, los ojos de todos los presentes se posaban sobre nosotros, llenos de expectativas y esperanza. Bell respiraba profundo a mi lado, sus hombros rígidos bajo el peso de la atención, pero también notaba en él una firmeza que no había visto antes. Los murmullos de los presentes se silenciaron cuando llegamos al altar donde el sacerdote y el general Morris nos aguardaban.

El sacerdote, un hombre de avanzada edad con túnicas blancas y una presencia imponente, alzó las manos para comenzar la ceremonia.

Sacerdote - Hoy, bajo los cielos despejados de Dynatá, nos reunimos para celebrar el retorno de la justicia, la esperanza y el linaje real. Bell Cranel, descendiente del antiguo rey, has regresado para reclamar el trono en un momento de gran oscuridad, guiado por la luz del valor y la compasión, has salvado a toda nuestra gente cuando más lo necesitábamos

Las palabras solemnes del sacerdote resonaban en las paredes del salón, y los habitantes de la ciudad, quienes se habían reunido en las galerías, observaban con emoción contenida. Podía sentir sus corazones latir con cada palabra, ansiosos por ver a su nuevo rey.

Cuando Bell se arrodilló frente al trono, la sala entera contuvo el aliento. El sacerdote levantó la corona, un objeto antiguo, forjado en oro puro y adornado con gemas que simbolizaban la paz y la prosperidad del reino. Lentamente, la colocó sobre la cabeza de Bell, y un rugido de vítores llenó la sala.

Morris, el general de la guardia, dio un paso adelante con la espada real en sus manos. Aquella espada, que había reconocido a Bell como el legítimo heredero del trono, resplandecía con una luz tenue. Morris la desenvainó con respeto, sosteniéndola entre las manos, y la colocó en el cinto de Bell.

Morris - Con esta espada, símbolo del poder real de Dynatá, marcamos oficialmente el retorno del rey. ¡Larga vida al rey Bell!

El eco de las palabras del general fue seguido por un estruendo de aplausos y aclamaciones. Me giré hacia Bell, y en ese momento, tomé su mano con firmeza. El calor de su piel me tranquilizó. Sabía que este solo era el comienzo, que vendrían días difíciles, pero también momentos de gloria. El reino, el pueblo, y el futuro dependían ahora de nosotros.

Riveria - Bell... lo lograste.

Bell - No sé si lo he logrado aún, pero gracias. Solo puedo hacerlo porque estás conmigo.

La emoción en la sala era palpable. Las miradas de los presentes, llenas de esperanza y expectación, me hicieron sentir una mezcla de orgullo y responsabilidad. No pude evitar sonreír ante Bell, quien, aunque algo abrumado por la situación, se mantenía firme.

Narra Bell,

A medida que los consejeros y nobles del reino se acercaban para jurar lealtad uno a uno, todo parecía pasar en un torbellino. Las palabras, los gestos de reverencia, las miradas de admiración... era abrumador. Intenté manejarlo con la gracia que había aprendido en mi tiempo como aventurero, recordando que, aunque los títulos y las coronas no eran lo mío, siempre había sabido adaptarme. Pero, para ser sincero, lo único que me ayudaba a mantenerme firme era la presencia de Riveria a mi lado.

Danmachi | Después de todoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora