Capítulo 9

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Ya en casa de los abuelos, mientras almorzaban, Charles le expresó a sus padres su inconformidad por el trabajo del sr Terry a su edad y lo complicado que se le hacían las labores domésticas a su madre.

– Papá, sé lo mucho que te has esforzado, pero creo que ya es hora que te tomes un descanso – expresó – Deberían venirse con nosotros al Covent para ahora cuidar de ustedes.

– Pero hijo, yo me siento aun capaz de muchas cosas – replicó el abuelo – Además, tu madre no quiere desprenderse de este hogar.

– Joseph, Joseph, no hables por mí y no te hagas el más vigoroso pues sabes que no lo estás. Últimamente has estado enfermando y yo no puedo ya con estas piernas – interrumpió la abuela – Lo mejor es que aceptemos la propuesta de Charly.

La situación se tornaba tensa en la mesa, sobre todo para los abuelos que debían enfrentar el dilema acerca de marcharse con su hijo o quedarse solos y esperando la hora de la muerte en la casa de toda su vida. Mientras ellos discutían el tema, la pequeña Clara se levantó de la mesa y quiso salir a caminar por los alrededores de la casa sin ser prácticamente notada su ausencia a causa de la conversación.

Clara observó un sendero adornado con hermosos arboles y muchas aves, lo que le llamo la atención y camino hacia el sitio. Se sentía libre, feliz, sin miedos hasta que al girar por un árbol divisó a pocos metros al hombre de la taberna, de inmediato su mente se llenó de miedos y oscuridades.

– Hola querida niña – expresó el perturbador hombre – No te asustes, no estas sola.

Lentamente caminó hacia la niña quien estaba fríamente estática, llena de horror y en shock por lo que estaba viviendo.

– ¿Qué quiere? – preguntó con voz entrecortada. Sudaba como nunca llena de miedo pensando que algo le sucedería.

El hombre no le respondió nada, le tomó por la mano y le condujo más adelante del sendero.

En la casa, solo cuando quisieron comer el postre notaron la ausencia de Clara, pero la familia pensó que estaría la habitación descansando...

– Clara hija, ven por el postre – decía la abuela mientras se dirigía hacia la habitación.

Al abrir la puerta y no encontrar a Clara se llenó de nervios, sin decir nada revisó todos los lugares de la casa donde pudiese estar la niña, pero no le encontró. Sus nervios se transformaron en miedo.

– Clara no está por ningún lado – expresó la abuela llegando nerviosa al comedor.

Los padres de esta se levantaron al instante con la mente y sus pensamientos en caos.

– Abuela Anna, ustedes conocen los alrededores, salgamos y busquémosle pronto por favor – añadió Elizabeth – Me mata la angustia.

La abuela se fue con esta, mientras que Charles salió con su padre, ambas parejas por diferentes lugares con la esperanza de que Clara simplemente estuviese jugando por allí. Anna, la mayor de los hijos no pudo ocultar su descontento y amargamente deseo frente a sus hermanos que nunca apareciera su hermana, pero estos lo tomaron como algo sin importancia.

Mientras la familia tenía sentimientos diferentes y los mayores le buscaban por los sitios cercanos, el hombre de la taberna tenía a Clara cerca de unas casas abandonadas tocándole las manos, acariciando su rostro y hablando sin cansancio como si la pequeña entendiese su horrible deseo de hacerle daño.

Aunque sentía temor, no lograba comprender lo que el hombre quería con ella y por qué le había llevado tan lejos. Si tan solo se hubiera quedado sentada en el almuerzo, pensaba ella.

– Permítame acomodarme el cabello – le dijo Clara al hombre mientras le quitaba las manos de las suyas.

En estas, aprovecho para salir corriendo sin tener un rumbo, solo quería estar lejos de ese hombre que le causaba miedo y repugnancia. Este a su vez, corrió tras la pequeña intentando alcanzarle y cometer su hecho. Los arboles ayudaban para que Clara se escondiera entre ellos mientras que el hombre le llamaba entre risas y halagos.

Los hombres de la familia habían corrido tanto buscando a su pequeña que sin darse cuenta se encontraron dentro del sendero también gritando al aire el nombre de Clara. Esta apenas escuchó su nombre sintió paz interna, pero no contaba con que su perseguidor estaba detrás de ella, le tapo la boca con sus manos y le tiró al suelo tratando de esconderse.

– No intentes nada raro o aquí mismo se acaba tu vida Clarita.

Pero la niña deseaba estar con su abuelo y abrazar nuevamente a su padre, por lo que no tuvo miedo para morder con todas sus fuerzas a este hombre, patearle y correr hacia las voces. Al ver a su padre a la distancia sintió consuelo, se arrojó llorando a sus brazos y durante el camino no dirigió palabra alguna.

Llegando a casa fue recibida con abrazos por todos menos por su hermana y durante varios días, Clara no quiso hablar con nadie, salir o sonreír. Los abuelos pensaban que algún animal le había asustado a la niña que no conocía muchos animales salvajes, pero sus padres por su parte sabían que algo le sucedía a su hija.

La Chica De La Gabardina AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora