Capítulo 10

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Semanas después, la hermosa Clara se sentía mejor, había recuperado su ánimo y los abuelos ya tenían una decisión tomada: se marcharían con su hijo.

Puesto todo en orden, arrendada la casa de los abuelos, la partida era inminente, aunque no era lo más deseado por los ancianos, quienes toda su vida la dejaban en ese hogar, la nostalgia de los recuerdos con su hijo, sus nietos; los momentos felices y tristes, cada instante de placer y de penumbra; sus sencillos quehaceres, las plantas, su jardín, si tan solo pudiesen viajar con todo esto al Covent.

– Dios no permita que este pobre viejo muera de amargura – expresó el abuelo desde el coche observando su casa – Nunca pensé que esto sucedería.

La abuela le abrazo fuertemente, lloraron y se regalaron una sonrisa. Sabían que su amor no estaba en una casa, sino en ellos mismos...

– No sientan tristeza abuelitos, entre todos mis hermanos y yo haremos lo posible para que sean felices en nuestra casa también – dijo Clara con entusiasmo al lado de la sonrisa falsa de su hermana.

Charles, sabiendo lo largo del viaje le sugirió a sus padres que descansaran tomando una siesta como los niños mientras que él y su esposa comentaban sobre la nueva etapa de su vida con sus padres, algo que no tenían previsto pero que tampoco les molestaba, eran sus padres.

– Sería bueno que los niños visiten a sus otros abuelos mi querido – le susurró Elizabeth a su esposo recostada en su pecho mientras contemplaban el paisaje del camino.

– Me parece una magnífica idea – respondió cerrando los ojos.

Al finalizar el recorrido, el relinchar de los caballos despertaban a los integrantes de la familia, anunciando su llegada al Covent donde los amigos de la familia, el reverendo y un joven desconocido les esperaban con gran emoción.

La Chica De La Gabardina AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora