Capítulo 8

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Al despertar, las energías estaban renovadas y las ilusiones se conservaban, Clara, pensando que su hermana simplemente había tenido un mal día, muy de temprano decidió levantarse y hacerle un rico jugo de frutas frescas acompañado de galletas, pero su hermana le rechazó arrojando las galletas por la ventana de la habitación y escupiendo el jugo. Sin duda alguna Anna había alimentado un gran rencor hacia su hermana.

La pequeña, para no amargar o incomodar a sus padres prefirió callar lo sucedido, aunque su semblante ya no era el mismo.

Transcurrida la mañana, todos juntos desayunaron compartiendo experiencias del viaje y de la primera noche juntos después de tantos años, pero los únicos felices eran Edward y Eliot. El resto de los miembros de la familia disfrutaban del desayuno entre risas e inquietudes.

– Hoy vamos a tener un día diferente – expresó la abuela – Las mujeres iremos a comprar y caminar por la plaza mientras que los hombres ayudarán al abuelo en su trabajo.

Todos se emocionaron y se ilusionaron con volver a compartir con sus seres cercanos...

El abuelo trabajaba en una pequeña taberna de la zona que era muy concurrida por los trabajadores de una industria cercana; la abuela, por su parte se dedicaba a las labores domésticas y de vez en cuando disfrutaba de caminatas por el pueblo. Era un plan diferente pero atractivo para los Terry y los niños que querían acercarse a sus abuelos. Dicho esto, todos partieron a su día en familia.

En la plaza, las mujeres de la familia no se cansaban de sonreír y de charlar de sus comidas favoritas, así como de lo bello que era Shaftesbury. Clara saltaba cuál mariposa libre por el campo revoloteando feliz, eso era lo que tanto deseaba la pequeña; Anna no quería despegarse de su madre, era ya una niña mayor pero no ocultaba el deseo de estar con su madre.

– Clara, hija, ten cuidado. No te separes tanto de nosotras – le dijo su abuela sonriendo.

– Hija, ve con tu hermana y compren unos helados, anda – le dijo Elizabeth a su hija mayor mientras les enviaban por los helados.

Entre tanto, la madre y la abuela se apartaron un poco para conversar sin que las niñas pudiesen escuchar...

– ¿Cómo crees que se la llevarán las niñas? – preguntó la abuela.

– Mi corazón de madre espera que sean buenas hermanas, pero no puedo ser tan exigente cuando sabemos todos que nos separamos hace años – respondió observando a sus hijas a la distancia – Temo que no lleguen a quererse nunca por culpa nuestra.

– El tiempo es sabio y poco a poco nos hará ver las cosas como son – replicó la abuela brindándole un abrazo- Por ahora disfrutemos de ellas.

Las niñas, por su lado no se dirigieron la palabra mientras compraban los helados. Anna no ocultaba su descontento y eran constantes sus malos gestos hacia Clara a quien le entregó todos los conos de helado para que los llevara. Esta, no logró mantenerlos y se le cayeron en medio de la plaza a la vista de su madre que no dudó en correr al instante.

– Clara, hija, levántate, no ha pasado nada – dijo la madre sacudiendo a su hija con un paño – Pero cómo es posible que tu sola traigas todos los helados.

Clara intentó decirle a su madre que su hermana le había dado todo a ella pero Anna interrumpió expresando que la pequeña se los había arrebatado para llevarlos ella, acompañando sus palabras con gestos de cariño falsos hacia su hermana menor.

– Bien, aquí no ha pasado nada, mejor vayamos a la taberna y allí nos tomamos algo – dijo la abuela.

En la taberna se encontraban los hombres limpiando las mesas, acomodando las sillas y disfrutando de conversaciones sobre deportes y bebidas hasta el punto que los hijos se cansaron.

– Vayan a ese sofá y descansen – expresó Charles.

Por su parte, él y su padre se sentaron en una de las sillas y decidieron abrir una botella de esas tantas que había para pasar conversaciones.

– Me preocupan las niñas – le expresó Charles a su padre.

El abuelo, tomando un trago le hizo saber a Charles que todos esos años traerían consecuencias más que todo con las niñas, pero que si se dispondrían juntos, lograrían que con el tiempo se amaran como hermanas y no como unas desconocidas.

– No te angusties hijo, solo debes tener paciencia – finalizó.

En estas, las mujeres arribaron a la taberna entre risas y charlas, sorprendiendo a los hombres que no las esperaban.

– ¡Hola! – exclamó Clara corriendo por el lugar

La menor de los Terry abrazó a su abuelo, a su padre y se sentó junto a ellos sacudiendo su hermoso cabello.

– Queremos tomar algo abuelo – añadió un poco cansada.

El abuelo le ofreció sentarse a las mujeres mientras iba por unas bebidas para todos disfrutarlas, mientras que Clara le interrumpía para preguntarle por el baño. Saltando como de costumbre se dirigió al baño llena de inocencia sin pensar en lo que le sucedería.

Clara, como toda niña inocente no esperaría que algo le sucediese y cantaba alegre en el baño. Sin fijarse, uno de los trabajadores de la industria le escuchó y se quedó observando por la puerta lo hermosa que era esta muchachita.

– Cantas muy lindo niña – expresó.

– Gracias, siempre me lo dicen- respondió la pequeña – ¿Usted quién es?

El hombre le tomo por los hombros diciéndole con risa malévola que era un amigo más e intentó tocarle el rostro a lo que Clara respondió con una mordida. Presurosa corrió de allí, pero sorpresivamente no le contó nada a sus padres o abuelos. Pensaba que no le creerían ya que creyeron anteriormente en lo que su hermana había dicho en la plaza y no habían escuchado su versión; pensaba que le mandarían a callar como su hermana le había obligado; pensaba que como el suceso de las rosas, esto sería simplemente un suceso oscuro entre miles iluminados, todo eso le hizo callar este acto cruel para una niña.

La Chica De La Gabardina AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora