Querido Sean:
No puedo creer que en dos días comience el último curso de instituto. Tengo la sensación de que fue ayer cuando, muerto de nervios, mi yo de catorce años empezaba el instituto. Ha transcurrido en un parpadeo, tan rápido que no me he dado cuenta. Es como si mi vida fuera una película y alguien la hubiera puesto a cámara rápida sin avisar.
Ya lo tengo todo preparado. Los libros de segunda mano, la vieja mochila de mi hermano y las fotografías y adornos que pondré en mi taquilla. Así, la vuelta a clase se me hará más llevadera, porque podré ver todos esos momentos felices en las fotos cuando vaya a coger los libros. Lo hago todos los años, y de momento me ha funcionado.
Hace dos días, Liv por fin me contestó. Dijo que mejor lo hablamos todo en persona, el día que volviera. Y hoy ha sido ese día. Por eso he cancelado nuestro plan de ir a dar una vuelta: porque llevaba más de tres semanas sin ver a Liv, y teníamos mucho de qué hablar. Además, la he echado muchísimo de menos.
Te llamé para avisarte de que no vinieras a recogerme, y me sorprendió la sequedad de tu respuesta:
- Vale. Como quieras. Nos veremos en el instituto. Pásatelo bien con tu "amiguita".
Y colgaste sin despedirte. ¿No te cae bien Liv? El retintín al decir "amiguita" lo demuestra, vaya que que sí. Supongo que se debe a que no la conoces tan bien como yo, a pesar de que te hablé de ella un par de veces.
Antes de contarte todo lo que me ha pasado esta tarde, me gustaría hablarte de ella. Para que entiendas por qué la quiero tanto. Es la persona más divertida, leal y loca que conozco; y, aunque en algunos aspectos seamos polos opuestos, nos complementamos a la perfección. Nos escuchamos mutuamente y nos hacemos reír con nuestras estupideces. No puedo pedir más.
Somos amigos desde que nos conocimos en el primer curso de la escuela. Yo acababa de mudarme aquí desde California, y me sentía muy solo porque me veía diferente a los demás. No encontraba a nadie que se pareciera a mí. Yo era un bicho raro: el único niño asiático en un colegio lleno de niños blancos de ojos redondeados. Hasta que Liv llegó nueva a clase, y vi en ella a alguien que tampoco encontraba su lugar. Supongo que ella pensó lo mismo de mí, porque nos hicimos amigos enseguida.
La afroamericana y el chico medio japonés; estábamos destinados a ser mejores amigos.
Aunque me he sentido algo mal por haberte dejado tirado, he pensado que ya llevamos casi todo el verano quedando, y no pasa nada si estamos una tarde separados. Además, me hacía muchísima ilusión ver a Liv.
Quedamos en nuestro refugio, el "parque de las strippers" (un parque con barras verticales y horizontales para hacer ejercicio; ese nombre se debe a nuestras mentes de malpensados). Al vernos de lejos, echamos a correr y nos dimos un abrazo tremendo, de esos que me recargan las pilas y me ponen contento. Luego, pasamos a lo más importante: ponernos al día.
Liv me habló de sus vacaciones en Ohio. No contó mucho, salvo que sus primos pequeños se empeñaban en ponerle flores en su melena afro y que se había aburrido como una ostra sin su amado móvil.
- ¿Y tú?- me preguntó, con los ojos chispeantes de ganas de oírlo todo- Tú sí que te lo has pasado bien con tu amiguito Sean, ¿eh?
Me puse colorado y miré hacia un lado, sin poder evitar sonreír.
- Dios mío, parece que te haya dado una insolación- observó Liv.
- Una insolación no. Él. Me ha dado aquí- dije, y me señalé el corazón.
Liv se echó a reír a carcajadas. Diez segundos después, dejó de reírse y me ordenó:
- ¡Cuéntamelo absolutamente todo!
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Las cartas de Connor
Novela Juvenil- Eres tú. Eso es lo que me hace ponerme nervioso y sonreír incontrolablemente cuando estoy contigo. Simplemente, eres tú. Y no quiero que llenes ningún vacío, porque eso no serviría de nada. Connor acaba de empezar su último curso en el instituto...