Querido Sean:
Recuerdo que en una de mis cartas anteriores dije algo así como que ya sé manejarme con la gente que no me gusta. Yo les ignoro y espero que ellos me ignoren de vuelta. Y suele funcionar bastante bien, al menos desde que estoy en secundaria. Claro, que siempre hay excepciones.
Hoy ha sido uno de esos días en los que mi estrategia no ha funcionado. ¿Por qué? Bueno, pues ni idea. Hay gente cuyo cerebro funciona así y no dan para más.
Ha sido un chico de clase, Ryan. Es el típico que siempre suelta comentarios estúpidos y que únicamente busca fastidiar y llamar la atención. Siempre he pensado que ese tipo de personas se buscan estar solas a pulso, pero, por increíble que parezca, Ryan siempre tiene un grupito de chicos detrás suyo. Son los que le hacen coro en clase cuando suelta sus gracietas.
No sé qué es lo que he hecho para que fuera hoy a por mí. Ahora estoy callado en clase, por la promesa a mi madre que mencioné en otra carta, y también porque sé que a Liv no le viene bien que la distraiga; así que no puedo haberle molestado. En realidad, no he hablado con él en mi vida.
Tal vez simplemente le molestó mi existencia.
Fue en uno de los cambios de clase, en el de segunda a tercera hora. Estaba sacando el libro de Álgebra de mi taquilla y Liv estaba en el baño, y ahí fue cuando fueron a por mí. Ryan empezó a decirme "que me volviera a China" y otras cosas mucho más desagradables. Sus amigos nos habían rodeado y se dedicaban a reírse de lo que decía su cabecilla.
Una cosa clara: no soporto que se metan con mis orígenes. Yo no me meto con sus madres, así que ellos no deberían hacerlo con la mía. ¿Qué más les da si mis ojos son de una forma u otra? ¿Tanto les importa?
Ah, y SOY MEDIO JAPONÉS, NO CHINO.
Pero como explicárselo no iba a solucionar nada, y encima me estaban haciendo enfadar de verdad, hice caso a mi primer impulso. E hice una idiotez: pegarle un puñetazo a Ryan.
Me hice más daño yo que él. Vaya, que casi me rompí la mano allí mismo. Para colmo, sus amigos dejaron de reírse para ayudar a Ryan a pegarme, y recibí por todas partes.
Entonces, llegaste tú y también te metiste en la pelea. Había gente mirando, pero te dio igual. Tiraste los libros al suelo y corriste a defenderme, aún sabiendo que ellos eran más. Al menos, los mantuviste a raya hasta que alguien dejó de mirar y llamó a los profesores.
- ¡Connor! Connor, ¡¿estás bien?!- gritaba Liv, histérica, que por fin había vuelto del baño.
Hicieron falta varios profesores para separarnos. Cuando por fin lo lograron, nos llevaron a la enfermería e inmediatamente después al despacho del director Jenkins.
- ¡Explicaos!- ordenó, dando un golpe en la mesa.
Intenté hacerle entender que había actuado porque me estaban insultando, y porque ya estoy muy harto de tener que dejar que me pisoteen para sobrevivir. Tú me respaldaste, alegando que eran cinco contra uno y que querías defenderme, pero creo que no sirvió de mucho.
Al final, no han expulsado a nadie. Se han conformado con hacer que conste en nuestro expediente y castigarnos a estar dos semanas enteras en el aula de castigo una hora después de las clases. Ah, y el director añadió que llamarían a nuestras familias, claro.
Hemos empezado hoy. La profesora Grey estaba al cargo y, tras requisar todos los móviles, nos ha dejado leer o escribir o hacer deberes, siempre y cuando estuviéramos en absoluto silencio.
Te sentaste a mi lado y me sonreíste.
- No sabía que pudieras llegar a ser tan agresivo- comentaste.
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Las cartas de Connor
Novela Juvenil- Eres tú. Eso es lo que me hace ponerme nervioso y sonreír incontrolablemente cuando estoy contigo. Simplemente, eres tú. Y no quiero que llenes ningún vacío, porque eso no serviría de nada. Connor acaba de empezar su último curso en el instituto...