Capítulo 07

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Jimin

Estaba dibujando en mi habitación, jugando con diferentes variaciones de un vestido de noche. El rayado de mi lápiz sobre el papel siempre me tranquilizaba. Nuestro beso me había dejado inquieto. Quería más. También quería devolverle el favor a Yoongi por ser un idiota, lo cual estaba en desacuerdo con mi primer deseo, o tal vez no.

Arrugué el papel. No podía concentrarme en dibujar.

—¡Jimin!

Gruñí.

—¡Jimin! —Pasos, similares a un rinoceronte embistiendo, retumbaron arriba y hacia mi puerta.

—¡Jimin!

Suspiré.

La puerta se abrió de golpe y Jungkook apareció en el umbral.

—¿Qué?

Sonrió y se apoyó contra el marco de la puerta, agitando una carta frente a él.

Entrecerré los ojos.

—¿Qué es eso?

Se encogió de hombros con una sonrisa triunfante.
Lo miré fijamente. Si le daba una reacción más fuerte, solo me molestaría más. Después de la discusión ayer con Yoongi, no me hallaba de humor para sus juegos.

—Es de Francia.

Me animé.

—Un instituto de moda.

Salté de mi silla y corrí hacia Jungkook.

—¡Dámela!

Su sonrisa se ensanchó y levantó la carta sobre su cabeza mientras me retenía con el brazo extendido con la otra mano. Luché por conseguir la carta, pero Jungkook era más alto y fuerte que yo. Atrás quedaron los días en que podía patear su trasero escuálido.

—¡Jungkook! —siseé.

—Quiero algo a cambio.

Dejé de pelear con él y me crucé de brazos.

—Escúpelo.

—Quiero asistir a la fiesta del decimoctavo cumpleaños de Namjoon.

—Papá te prohibió las fiestas. No sabes cuándo es suficiente.

—Por eso no va a enterarse. Me colarás.

—Yoongi y Namjoon te reconocerán, idiota.
Entonces solo es cuestión de tiempo antes de que papá también lo sepa.

—Nah-ah —dijo arrastrando las palabras, moviendo el dedo delante de mi cara. Tuve la urgencia nauseabunda de morderlo—. Ambos sabemos que Yoonie y Namjoon comen de tus manos, hermanito.

Me apoyé contra el marco de la puerta frente a él.

—Está bien.

—Y Wooshik y Seojoon.

—¡De ninguna manera! —gruñí y me abalancé sobre él una vez más, intentando quitarle finalmente la carta de la mano. Le di un puñetazo en el estómago, lo que hizo que se ahogara de risa. Me arrojó al suelo y se sentó sobre mi estómago—. Está bien, está bien. Los llevaré a los tres a la fiesta, pero no caeré contigo si te atrapan. Y no quiero que me sigan como cachorros perdidos.

—Hermanito, noticias de última hora, podemos entretenernos sin tu ayuda.

Como si no lo supiera. Esos tres eran la ruina de mi existencia.

—Quítate de encima.

Se puso en pie de un salto y dejó caer la carta sobre mi vientre. Me senté y la abrí con manos temblorosas, luego la leí rápidamente, y después otra vez para asegurarme de que lo entendí bien. Mi francés era bueno, muy bueno, pero estaba demasiado nervioso para confiar en mi cerebro.

The price of redemption Donde viven las historias. Descúbrelo ahora