Capítulo XV

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Hace frío. Escucha un sonido estridente que la hace estremecer. No ve nada. Siente una nueva oleada de viento helado. ¿Está muerta? No puede respirar. Le duele todo el cuerpo. Se siente tan débil, tan pequeña, tan indefensa... Mamá grita y llora. Quiere decirle que tiene miedo pero no puede. Mamá no está allí. Se está ahogando. Necesita salir.

Se incorpora. Un copo de nieve cae sobre su nariz. Y otro. Y otro. Está tan aterrada. Los gritos se suceden uno tras otro como disparos al aire. Se ha hecho pis encima. Los zapatos le aprietan y el lazo rojo se le ha enmarañado en el pelo. Tira de él sin resultado y se echa a llorar. Llora con todas sus fuerzas. Nadie la escucha. Ni mamá, ni el abuelo, ni Halo, ni nina... Nadie la ayuda.

Saca la cabeza del cubo de basura. La calle está vacía. Varios gatos merodean los restos de las bolsas. Mira hacia arriba. La ventana está abierta. Mamá la ha lanzado desde allí arriba con una sábana. Ha dicho que no va a pasar nada, que tiene que buscar a Halo. Pero Halo no está. No puede moverse, está paralizada. "Halo", intenta decir.

De repente, mamá tiene la cabeza fuera de la ventana. Intentan empujarla. Mamá se aferra al marco con el rostro descompuesto por el pánico. Tiene el pelo tan largo y tan oscuro... Produce destellos al chocar con la luz de la luna. Sangra, aunque no sabe por dónde.

-¡Por favor, por favor, no sé dónde está, por favor! - grita con lágrimas en los ojos.

Una de ellas le cae en la frente. La mira con miedo. "Escóndete", gesticula mamá sin voz. Pero no puede, solo quiere ir con ella. Mamá no entiende que no quiere seguir sola ahí abajo.

-¡¿Dónde está Roberts?! - el hombre sigue presionándola contra el alféizar de la ventana.

-¡Juro que no lo sé! ¡Hace casi un año que no nos vemos, él ni siquiera sabía lo de mi embarazo, por favor!

El sonido del metal hace que se tape la boca con las manos. Apuntan a mamá. "No pasa nada, mamá, solo es de juguete", quiere decirle. No, no es de juguete.

-Heaven – susurra mamá -. Busca a Halo. No te separes de Halo, Heaven.

Escucha el clic. Ese clic se hace más profundo, se extiende, se convierte en un disparo. Mamá sangra por la cabeza. Mira todo pero no mira nada. Ya no hay chocolate derretido bajo sus pestañas de mariposa, solo ojos fríos. Tiene los labios entreabiertos. Cree que baja a darle un beso. "No pasa nada, mamá, puedes volar. Wendy vuela". Pero solo cae, y cae, y cae...


Abrió los ojos de forma brusca. "Estoy bien, estoy bien, estoy bien", se repitió relajando los músculos del cuerpo. Tenía la cara húmeda. Estaba llorando. Querría haberse llevado las manos al rostro para limpiarse, pero Hell la abrazaba. No quería que la viese llorar. No quería que se sintiese mal por ella. Las pesadillas solo eran eso, pesadillas, y siempre podían volver a enterrarse en lo más profundo de la mente.

Había pasado casi toda la noche observándolo. "Tengo muchas otras noches para dormir", pensó. Cuando Hell cerraba los ojos era como si el mundo entero se adormeciera junto a él. A penas respiraba y el sonido de los latidos de su corazón junto a su pecho eran perfectamente rítmicos. No se movía, no murmuraba. Solo dormía. No podía existir nada más perfecto que Hell en aquel estado de precisa inocencia. Con el brazo derecho rodeaba su cintura y con el izquierdo la mantenía pegada a su pecho. Había intentado levantarse, pero no lo había conseguido.

-Hell - susurró consciente de que iba a volver a ponerse a llorar.

Necesitaba una distracción, alguien a quién contarle sus pesadillas, pero él seguía dormido. Era evidente que para despertarlo necesitaría algo más. De nuevo, su parte independiente que no era partidaria de correr a esconderse tras la valentía ciega de Hell, se hizo escuchar.

Éxtasis (Saga Adrenalina II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora