Capítulo 2: "Nochebuena"

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Vi un par de veces a Rodrigo antes de que realmente me interesara conocer más de él. Ahora que lo pienso, inicialmente pensarán que me involucré con él por conveniencia, para aprovecharme del poder que tenía Sergio en la industria de la danza en Argentina, pero no fue así. Era cierto que me interesaba la aprobación de su padre, más que la del mío. Sí, era un hecho. Sin embargo, eso no quitaba que Rodrigo para mí era otro más, un equis. Nunca lo vi como un puente para llegar al otro lado, porque sabía que esa no era yo. Jamás besaría al hijo del entrenador para que me diera más tiempo en el partido, por lo contrario, era mejor mantenerme lejos de él y evitar los desastres que conllevan enamorarse.

Como lo dije con anterioridad, el día que lo conocí no fue ni en el momento, ni en el lugar indicado. Tal vez, si nos hubiéramos encontrado en otra parte mis sentimientos por él se hubiesen desarrollado de manera distinta a como realmente pasó. Pero, si vivo de los "tal vez" mejor dejo de escribir sobre una historia que ya sucedió, y comienzo a escribir sobre una historia que podría haber sucedido.

La mañana después del primer recital fue una maravilla para mí. Mentiría si les dijera que no tengo la columna de opinión de Sergio Carrera impresa y enmarcada en un cuadro colgado arriba de la cabecera de mi cama, porque es así; de esa manera impactaron sus palabras en mi vida, y no solo en eso, también en mi carrera. En ocasiones releo aquellas palabras una y otra vez, porque desde ese día todo en mí cambió, tanto en el ámbito profesional como en el ámbito personal.

No fue hasta Nochebuena que lo volví a ver, a él, a Rodrigo

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No fue hasta Nochebuena que lo volví a ver, a él, a Rodrigo.

—¿Qué has invitado a quién? —preguntó Milagros, con los ojos entrecerrados y la voz somnolienta, sentándose en una de las sillas del mesón, que estaba repleto de opciones para desayunar.

Me uní a ella, llevándome una frutilla a la boca. Eran las diez de la mañana y nuestra madre nos había despertado porque acababa de hablar con la esposa de Sergio, quien había aceptado la invitación para pasar Nochebuena con nosotros; una propuesta que, en primera instancia, me pareció rarísima.

—A los Carrera. Silvina aceptó alegremente, así que los tendremos aquí —respondió mamá, batiendo los huevos en una taza, restándole importancia a sus palabras.

—¿No se supone que la Navidad es para pasarla en familia? —pregunté, arqueando una ceja—. ¿Y de dónde conseguiste el número de Silvina? ¿Por qué sabes su nombre?

—Mamá es rarísima —añadió Milagros, estirando la mano para sacar una taza y levantándose lentamente para prepararse un café.

—Sos una atrevida, Mili —la retó mamá, lanzándole una mirada seria—. Pero, ¿no creés que es una maravillosa idea hacer un poco de lobby en un evento tan familiar como este?

—Mili, ¿me podés hacer un moka, por fa? —le pedí desde mi lugar, levantando mi taza, que recibió con flojera—. Bueno, si a ellos les pareciera extraño, no aceptarían venir a cenar a casa en Nochebuena —justifiqué las acciones de mi mamá.

love me not, Rodrigo CarreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora