Capítulo 4: "Zona de confort"

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Mi cuerpo estaba cansado, mi mente nublada y mi pecho apretado, consecuencias físicas de la semana de audiciones para la beca de ingreso a B

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Mi cuerpo estaba cansado, mi mente nublada y mi pecho apretado, consecuencias físicas de la semana de audiciones para la beca de ingreso a B.E.T.C. que había finalizado oficialmente el día anterior.

¿Realmente había dado lo mejor de mí? me cuestioné una y otra vez, acostada de lado en mi cama. Las lágrimas corrían por mi rostro, empapando la almohada, mientras quejidos ahogados escapaban de mi labios en un llanto silencioso.

Fuera de mi burbuja, un bullicio sin fin se hacía presente mientras mi familia se arreglaba para salir a cenar. Era una costumbre que teníamos un día a la semana para mantener un vínculo no tan lejano. No es que me desagradara compartir tiempo con ellos, pero cada vez que encontraba la excusa perfecta para ausentarme, lo hacía. Ellos ni siquiera parecían aturdidos, pues entendían, aunque fuera en parte, lo agotador que podían ser siete días viviendo bajo la presión y expectativa de desconocidos de quienes dependía mi futuro.

Sabía que fallar es esencial para la vida de cualquier ser humano. De los fracasos desarrollamos paciencia, confianza y autoestima. También era consciente de que el miedo a fallar nos lleva a no intentar más allá de nuestras capacidades; nos estanca, nos aísla de lo que podríamos ser, y en ocasiones, causa que retrocedamos en nuestras metas y sueños.

Yo estaba en el limbo entre ambas realidades. No me rendía; seguía intentándolo. Aunque el miedo a fallar me aterrorizaba, no me paralizaba; más bien, me empujaba a seguir adelante.

Una vez que el silencio abundó en la casa, respiré hondo y me levanté con el estómago vacío. Tenía muchísima hambre. Así que sequé mis lágrimas con el antebrazo y bajé las escaleras, rendida.

Mis pasos eran pesados y perezosos. Mi cabello estaba limpio, pero desordenado, y mi ropa consistía en un pantalón de algodón gris y un buzo negro, dos tallas más grande, que lucía como algo que se usa para un domingo por la tarde que para un sábado por la noche.

En momentos como ese, no me gustaba existir; me sentía inútil, como una carga para la humanidad. Lo único que hacía era gastar oxígeno que otra persona más productiva podría estar utilizando. Además, mi propia exigencia me impedía olvidar que había fallado (aunque aún no recibía los resultados). Si alguien me lo preguntaba, estaba segura de que este sería mi cuarto año consecutivo sin entrar a la compañía a la que tanto anhelaba pertenecer.

Abrí la heladera con la intención de comer algo preparado. Por suerte, encontré un tupper con lasaña que había sobrado del almuerzo. Lo metí al microondas durante un minuto y medio y luego me senté sobre el mesón con mi celular en mano.

Nada de las redes sociales me sorprendía ni me llamaba la atención. Continuamente me encontraba con el mismo tipo de contenido: mis amigas yéndose a la playa los fines de semana, gente que conocía a través de otros saliendo a boliches y emborrachándose a más no poder antes de las diez, parejas enamoradas presumiendo su amor, y alguna que otra desconocida intentando atraer a alguien.

love me not, Rodrigo CarreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora