Capítulo 6: "Dolor de cabeza"

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¿Por qué nadie hablaba de lo horroroso que era despertarse con la boca seca? Me sentía como si no hubiese bebido agua desde hacía más de un milenio, como si hubiese pasado años en un desierto sin beber una pizca de líquido

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¿Por qué nadie hablaba de lo horroroso que era despertarse con la boca seca? Me sentía como si no hubiese bebido agua desde hacía más de un milenio, como si hubiese pasado años en un desierto sin beber una pizca de líquido. Aunque eso sería imposible, porque estaría muerta. Mis ojos tampoco aportaban mucho a la situación; no querían abrirse por sí solos, mis párpados estaban pegados. Lo intenté tantas veces que llegó a un punto en que se volvió desesperante, y ahí fue cuando decidí levantarme para ir al baño.

Desorientada, tocaba todos los objetos que se me cruzaban para no caerme. Cuando me di cuenta de que estaba frente al lavamanos, traté de abrir mis ojos con los dedos. Los lentes de contacto. Se me había olvidado quitármelos la noche anterior. Gracias a que mis ojos comenzaron a lagrimar, los lentes fueron expulsados de mi sistema, arrugados y muy secos. De verdad, muy secos. Con mi vista borrosa, busqué las gotitas y las eché sobre mis ojos para quitar el ardor que me había provocado el descuido.

Con mi vista de regreso, abrí la llave y me puse debajo de ella para tomar agua. No era la decisión más sabia, pero sentía que iba a morir deshidratada. Una vez ya revivida, me miré en el espejo; quien tenía enfrente no era yo. Mi cabello estaba desordenado, y podía observar uno que otro nudo. El maquillaje estaba corrido; mi máscara para pestañas ahora se lucía en las ojeras, y tenía la almohada marcada en mi cara.

Hice mi rutina de limpieza facial para recordarme que seguía siendo una persona, y luego me sumergí debajo del chorro de agua fría, sintiendo cómo la pesadez de mi cuerpo iba desapareciendo poco a poco. Me gustaría decir que salí fresca como una lechuga, pero no fue así. El lado bueno era que ya no apestaba como alguien que se había alcoholizado desmedidamente la noche anterior, pero me dolía un montón la cabeza.

Eché perfume sobre lo que llevaba puesto para disimular un poco y bajé las escaleras para comer algo. Mi estómago rugía sin parar.

—Ay, Marti, ¿qué te pasó, mi amor? —preguntó mi mamá, esmerándose en empeorar mi humor mientras se servía una taza de café.

No me detuve a contestarle y seguí de largo hasta el mesón. Me senté y, con mis brazos encima, dejé caer mi cabeza, muerta.

—Tomá —escuché a Pablo hablarme. Alcé mi vista, recibiendo la pastilla y el vaso de agua que me ofrecía mi padrastro.

—¿Querés una tostada con palta? —preguntó Milagros, mientras untaba mantequilla en el pan.

Asentí, poniendo la patilla sobre mi lengua y tragándola con el agua.

—A que no sabes quién llamó —añadió Milagros con la boca llena de comida.

—Qué asco, Mili. Comé primero —la reté de mala gana.

Mi mamá dejó el plato con las tostadas con palta que me había ofrecido Milagros enfrente de mí.

—En serio, Martina. Escuchá a tu hermana —dijo, ahora con un semblante serio.

love me not, Rodrigo CarreraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora