Un escalofrío recorrió mi espina dorsal cuando el viento golpeó mi pecho. Aumenté la velocidad en el trote matutino que se había vuelto parte esencial de mi rutina durante las vacaciones. No podía desatender ni mi estado físico ni mi salud cuando tenía tiempo libre. Así que me acostumbré a salir temprano por la mañana a correr.
Ya eran las once. Demasiado tarde para mi gusto, pero me tomé la libertad de hacer una excepción y permitírmelo. No era algo que hiciera muy seguido, así que la culpa me consumió de inmediato. Perdí cuatro horas durmiendo, cuando podría haber estado haciendo algo mucho más productivo.
La música retumbaba en mis auriculares, mis latidos se aceleraban y mi respiración comenzaba a agitarse a medida que avanzaba.
Los rayos de sol aparecieron, formando una capa de sudor en mi frente. Me gustaba el verano; era mi estación favorita del año. Las calles estaban más vacías en las mañanas, y el ambiente siempre tenía un toque de felicidad que en otras épocas no se veía.
Vivía en el mismo barrio residencial desde que tenía memoria. Mis padres compraron la casa en su primer aniversario; ambos habían ahorrado toda su vida hasta que finalmente lo lograron. Era un lugar tranquilo y familiar. Había personas de todas las edades, y jamás se oía un problema.
Tuve una vida perfecta hasta que la realidad me apuñaló por la espalda. Mis padres se divorciaron cuando tenía diez años, por repetidas infidelidades de mi mamá, y fue mi papá quien se fue de la casa, dejándonos todo por lo que había trabajado. Después de unos años, formó una nueva familia, y aunque al principio se esforzó por incluirnos, bastaron un par de decepciones para que no supiéramos más de él.
Nos llevábamos muy bien, y aunque no quisiera admitirlo, yo era la favorita; siempre lo había sido. A Milagros no le importaba, ella siempre encontró refugio en su propio mundo, pero yo necesitaba la aprobación constante de mis padres, y a ella no podría haberle importado menos.
A mitad de camino, vi a lo lejos a dos niñas de no más de cinco años que parecían perdidas buscando a alguien. No había nadie supervisándolas, y noté que eran idénticas: cabello castaño hasta el hombro y el mismo vestido, pero en colores distintos. La de la derecha llevaba uno amarillo, y la de la izquierda, uno rosa.
Cuando pasaron junto a mí, no notaron mi presencia.
—Hola —las saludé, deteniéndome detrás de ellas. Se giraron para verme con una expresión de desconfianza en sus rostros—. ¿Buscan a alguien?
—Mi mamá dice que no podemos hablar con desconocidos —susurró una de ellas, quien tenía la rodilla lastimada, aunque no me hablaba a mí, sino a su hermana.
—Antonella se cayó —me explicó la otra, señalando la rodilla de Antonella—. Estábamos jugando a las escondidas.
—Buscamos a nuestro primo; se esconde MUY bien —añadió Antonella, olvidando completamente lo que acababa de decir.
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love me not, Rodrigo Carrera
FanficEn donde Martina no quiere que la amen. O en donde Rodrigo no puede dejar de amarla. El concepto de amor le aterraba a Martina, y no lo supo hasta que empezó a proyectarlo en Rodrigo. Conoce la historia de una bailarina de ballet, y un streamer hijo...