Capítulo V: ¿Más?

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Mientras Dahyun y Sana salían del aula, la risa y el bullicio del pasillo se desvanecieron en cuanto se toparon con un grupo de chicas. Al frente, Miyeon, con una sonrisa arrogante y la mirada fija en ellas, se acercaba con paso lento, como una cazadora acechando a su presa.

—Mira quién ha salido de su escondite —dijo Miyeon, su tono impregnado de veneno—. La pequeña Dahyun y su adorada perra guardiana. ¿No te cansas de seguirla como una sombra inútil?

Dahyun sintió la furia arder en su pecho, pero mantuvo la calma, respirando profundo. —No tengo tiempo para tus juegos, Miyeon.

—Oh, pero siempre quieres jugar, ¿verdad? Dile a Sana lo mucho que disfrutas mi tacón en tu cuello —Miyeon dio un paso más cerca, su voz afilada como una navaja—Te crees importante, pero no eres más que una carga. Sana merece algo mejor. ¿Te has preguntado alguna vez si estás desperdiciando su tiempo?

Antes de que Dahyun pudiera reaccionar, Miyeon la empujó bruscamente. Tropezó hacia atrás, pero Sana, rápida como siempre, se colocó frente a ella, interceptando a Miyeon con una calma tensa, su mirada era peligrosa.

—¿Qué te pasa? —dijo Sana en un tono bajo pero firme, lo suficientemente controlado como para no perder los estribos  —No me hagas perder mi tiempo con alguien tan insignificante.

Miyeon soltó una risa amarga, dando otro paso hacia adelante, su cuerpo casi tocando el de Sana. —¿Qué vas a hacer, Sana? ¿Defender a tu "mascota"? Todo el mundo sabe que siempre has estado con chicas que realmente importan, las más deseables y admiradas. Pero ¿esto? —señaló a Dahyun con desprecio— ¿Cuánto crees que puede soportar esta mujer? Si es que esa palabra siquiera le queda bien.

Sana sintió cómo la rabia crecía en su interior, pero la contuvo. Su rostro permaneció impasible, y en lugar de dejarse llevar por el enojo, sonrió con frialdad. Había algo en las palabras de Miyeon que la ayudaba a encontrar el ángulo perfecto para derribarla.

—¿Así que Dahyun no es una mujer? —repitió Sana, acercándose lentamente a Miyeon, con la cabeza ligeramente inclinada, como si analizara cada palabra que soltaba.

Miyeon levantó el mentón, sus ojos brillando con desafío. —No una digna de ti.

Sana dejó que la respuesta flotara un momento en el aire antes de acercarse aún más, sus labios casi rozando la oreja de la coreana. —Entonces, dime, Miyeon. ¿Quién es lo suficientemente digna para mí?

—Obviamente yo —respondió sin dudar, su voz baja pero cargada de rencor—. Fuiste mía una vez, y sabes que soy lo mejor que tuviste.

Sana sonrió, su expresión serena, casi divertida. —¿Y por qué terminé contigo entonces?

Miyeon entrecerró los ojos, su mandíbula apretada de pura frustración. —Porque eres estúpida, Sana. Solo a ti se te ocurriría dejarme por... eso. —El tono con el que dijo la última palabra rezumaba desprecio mientras señalaba a Dahyun con una mirada desdeñosa.

Sana intercambió una mirada rápida con Dahyun, y luego volvió a centrar su atención en Miyeon. Una sonrisa atrevida se dibujó en sus labios. Dio dos pasos más adelante, invadiendo por completo el espacio personal de Miyeon. Con una suavidad peligrosa, tomó el rostro de la chica entre sus manos y se inclinó hasta estar lo suficientemente cerca como para susurrar al oído de su ex.

—"Eso", como tú lo llamas, tiene dos pálidas tetas que me vuelven loca. —Sana dejó que sus palabras cayeran como veneno dulce, su voz sedosa y controlada—. Y no solo eso... cada sonrisa suya hace que mi corazón se acelere como nunca lo hizo contigo. —Hizo una pausa, saboreando el momento antes de añadir—  Aunque no es lo único que hace que se me acelere.

Sana se apartó despacio, disfrutando de la confusión y la furia que se desbordaban en el rostro de Miyeon. —¿Sabes a lo que me refiero?

Miyeon dió un paso atrás, visiblemente alterada, su expresión endureciéndose por el asco y la impotencia. —Me das asco, Hirai.

Sana dejó escapar una risa baja y peligrosa. —El sentimiento es mutuo, Cho. Espero que ahora te quede claro quién es la única que amo.

Miyeon se quedó inmóvil, sus manos temblando levemente, incapaz de articular una respuesta que no sonara desesperada. Finalmente, se giró, furiosa, alejándose con su grupo. Pero no sin antes lanzar una mirada llena de promesas de venganza.

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