Capítulo XIII: Final.

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Sana no perdió el control ni un segundo más. Tan pronto como los cuerpos se separaron tras el beso, tomó las riendas. El calor entre ambas aún no había disminuido, y ahora era el momento de hacerle sentir a Dahyun todo lo que ella había causado en su propio cuerpo.

—Te dije que te haría sentir el doble —murmuró Sana en un tono suave pero firme, mientras sus dedos comenzaban a recorrer el cuerpo desnudo de Dahyun, desde su cuello hasta sus caderas. La coreana dejó escapar un pequeño suspiro, ya anticipando lo que venía.

Sana, siempre tan precisa, se tomó su tiempo para explorar cada centímetro de la piel de su novia, mientras mantenía sus ojos fijos en los de Dahyun, buscando la reacción en su rostro. Quería verla derretirse bajo su toque, quería escuchar cómo sus pequeños gemidos se convertían en suspiros incontrolables. A medida que sus manos bajaban, las caderas de Dahyun comenzaron a moverse lentamente, buscando más contacto, necesitando ese toque directo que la llevara al borde.

Pero Sana no se lo daría tan fácilmente. Se inclinó hacia adelante, dejando una suave fila de besos desde la clavícula de Dahyun hasta su vientre, cada uno más lento y sensual que el anterior. Los pequeños jadeos de Dahyun la impulsaban a continuar, pero Sana estaba decidida a hacer que su novia disfrutara del recorrido, tanto como del destino.

Finalmente, cuando Kim estaba a punto de perder la paciencia, Sana deslizó una mano hacia el centro de su novia, rozando apenas la piel húmeda que ya palpitaba por el contacto. —Te ves tan hermosa así —susurró Sana, justo antes de inclinarse más cerca, su aliento cálido contra la piel sensible de Dahyun.

La coreana, completamente a su merced, apretaba los puños contra las sábanas. —Sana... por favor —jadeó, su voz quebrada por la necesidad que sentía arder en su interior. Su cuerpo temblaba por la anticipación, y cada toque de Sana, aunque suave, la encendía más.

—Tranquila, bebé, —susurró Sana, con esa mezcla de ternura y autoridad que tanto volvía loca a Dahyun. Y sin más advertencias, Sana finalmente bajó, sus dedos encontrando el centro de su novia en un movimiento que fue tan delicado como preciso.

Dahyun se arqueó de inmediato, sus caderas empujando hacia arriba instintivamente. Sana no perdió tiempo en tocarla, alternando entre suaves caricias y leves golpes, provocando que Dahyun dejara escapar gemidos cada vez más fuertes.

—Dios... Sana, —susurró Dahyun, su voz un hilo de placer puro. Su espalda se arqueaba, sus caderas intentando seguir el ritmo de los movimientos de Sana. Cada segundo era más intenso que el anterior, cada toque más cercano al borde.

Sana, notando lo cerca que estaba, decidió aumentar el ritmo. Sus movimientos se hicieron más profundos, más rápidos, mientras una de sus manos mantenían las caderas de Dahyun firmemente sujetas para que no pudiera escapar de la intensidad de lo que estaba sintiendo.

El placer recorrió el cuerpo de Dahyun como una ola imparable, y pronto, su respiración se volvió errática, sus ojos cerrados fuertemente mientras todo su ser se concentraba en el clímax que estaba a punto de experimentar.

—No te detengas —rogó Dahyun, sus uñas clavándose en las sábanas mientras todo su cuerpo temblaba. Y Sana, siempre atenta, le dio exactamente lo que necesitaba. Con una última embestida precisa y un roce experto de uno de sus dedos, con ese punto único y estimulante, llevó a Dahyun al borde, y luego, más allá.

El cuerpo de Dahyun se tensó por completo, su espalda arqueada mientras un orgasmo abrumador la atravesaba. Gemidos y suspiros escapaban de sus labios sin control, y Sana no dejó de moverse, saboreando cada reacción de su novia mientras la ayudaba a superar el clímax.

Cuando Dahyun finalmente comenzó a relajarse, su cuerpo todavía temblaba ligeramente. Sana se acercó nuevamente, besando suavemente sus labios, pero esta vez, el beso fue tierno, reconfortante.

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