Capítulo IX: Confusiones.

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Sana entró a la sala principal, seguida de cerca por Jennie, quien había sido la encargada de abrir la puerta. Al cruzar el umbral, toda la atención se centró en ella, y su aura demandante, acentuada por la guitarra que llevaba en la espalda, la hacía destacar. Con una ligera reverencia, buscó entre los rostros conocidos y desconocidos hasta que sus ojos se posaron en su coreana.

Sana la vio salir de la cocina, riendo junto a un chico alto y musculoso, con tatuajes intrincados recorriendo sus brazos y un piercing en el labio inferior que parecía resaltar cada palabra que susurraba al oído de Dahyun. La proximidad entre ambos y la forma en que Jungkook inclinaba su rostro cerca del de ella despertaron una punzada de celos que Sana no podía ignorar. Sintió que algo en su interior se encendía, una mezcla de inseguridad y enojo.

Pasando por alto el saludo de Taehyung y dejando el regalo que traía en la primera mesa que encontró, Sana avanzó hacia ellos, sus ojos clavados en la escena frente a ella.

—Dahyun —llamó, tocando suavemente su hombro, aunque su voz apenas lograba ocultar la tensión que la invadía.

—¡Sana! —exclamó, con una sonrisa brillante, abrazando a la chica que tanto adoraba. El abrazo fue cálido, pleno de amor, pero Sana no pudo evitar la sensación de inquietud que seguía creciendo en su pecho. —¿Por qué no habías llegado antes? Te estaba esperando —añadió Dahyun, separándose lo justo para mirarla a los ojos, sin percatarse del torbellino emocional que se agitaba en la japonesa.

Sana apretó los labios, desviando su mirada hacia el chico que se mantenía junto a Dahyun, demasiado cerca para su gusto. —¿Y él quién es? —preguntó, tratando de sonar casual, pero su voz traicionaba el disgusto que ya no podía contener.

Dahyun sonrió, pero antes de que pudiera responder, el chico se adelantó con una seguridad que solo empeoró la situación.

—Jeon Jungkook, a tu servicio —dijo el pelinegro, sonriéndole de manera encantadora a Sana mientras le guiñaba un ojo. Sintiéndose más como una provocación. Luego, sin pedir permiso, tomó la mano de la japonesa y le plantó un beso en los nudillos, como si fuera una broma que solo él entendiera.

El gesto no hizo más que avivar el fuego de los celos en Sana. Jungkook retiró la mano con una sonrisa pícara y miró a Dahyun, quien lo observaba con una mezcla de diversión y ligera incomodidad.

—Kook, por favor, no bromees con eso —le susurró Dahyun, colocando una mano sobre el pecho del chico, un intento sutil de mantener las cosas bajo control.

Jungkook levantó las manos en un gesto de rendición, pero su tono seguía siendo juguetón. —Está bien, pequeña. Es tu cumpleaños, tú mandas —dijo, antes de tomar la mano de Dahyun y besar suavemente, su sonrisa dulce causando una explosión de rabia en Sana.

La mirada de Sana se oscureció cuando Jeon colocó una mano en su hombro y se inclinó lo suficiente para susurrar algo que solo ella debía escuchar, pero lo dijo con la intención de que fuera oído. —¿Así que tú eres la famosa Sana de la que tanto me ha hablado? —susurró, con una sonrisa burlona. —No me extraña que haya dicho que puedes dar miedo.

Sana frunció el ceño, retirando su mano de un empujón que, aunque no fue violento, sí fue claro y firme. Jungkook se quedó momentáneamente atónito, pero Sana no tenía ni la paciencia ni el interés de explicarse. Toda su atención estaba fija en Dahyun, y el malestar en su pecho seguía aumentando, amenazando con desbordarse.

—No vuelvas a poner tus manos sobre mí —dijo Sana con una frialdad que cortaba el aire, su mirada fija en Dahyun, pero sus palabras dirigidas claramente a Jungkook. Luego, sin apartar la mirada de su casi novia, añadió, esta vez con un dolor palpable en su voz—Creí que había algo real entre nosotras. No soy un juguete, Kim.

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