LXII

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 Hoy te apuñalé decenas de veces para asegurarme de que realmente estabas muerta y de que no te levantarías en medio de la hoguera. Clavé un cuchillo en tu pecho hasta quedarme sin fuerzas y lloré durante horas, abrazada a lo que queda de ti.

En verdad te has ido, me cuesta aceptarlo. Creí que nunca podría existir sin ti, sin mi pilar, sin mi universo. Estaba convencida de que yo moriría mucho antes que tú, y que seguirías adelante en busca de una nueva obsesión con la cual reemplazarme.

Pero ya no estás, Alexandra.

Fuiste mi amante, mi esposa, mi captora y mi dueña. Fuiste mi tormento y mi paraíso. Fuiste mi enfermedad y mi cura. Lo fuiste todo, y hoy te convertirás en nada. Serás cenizas en el viento, nada más.

Yo fui tu amante, tu esposa, tu juguete, tu obsesión y tu víctima. Fui alivio al aburrimiento y tu alimento cuando tenías sed. Fui tu objeto preferido, y hoy recuperaré la libertad que me robaste. Seré un alma en pena que baila descalza junto al río.

A pesar de que no pude quitarte yo la vida, me alegra sentir que despierto, por fin, de una eterna pesadilla y que el sol brilla al otro lado de la ventana.

No sé qué me depara el futuro pero, estoy segura de que nada podría ser peor que lo que dejaré atrás cuando ardas.

Siempre soñé con matarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora