Los Ángeles, Estados Unidos.
Emma Miller.
Los autos pasan casi rozándome, el ruido que provocan las bocinas me aturde y muchos de ellos se toman el tiempo de bajar la ventanilla para gritarme loca, mira por dónde vas.
Estoy en este plano, pero es como si no lo estuviese, trato de no estorbar en la carretera, sin embargo, el dolor me ciega, mi mente me juega en contra. No puedo pensar con claridad.
Camino sin saber por donde voy y sé que es peligroso, pero ni siquiera tengo ganas de regresar al departamento, no me apetece ni siquiera mi cálida y cómoda cama. Eso es grave viniendo de mí.
Fuese sido mejor desistir a la idea de venir a la fiesta, quizá ahora no estaría vagando en el silencio y la oscuridad de la fría noche. Pero, de hacerlo seguiría cegada.
Mi garganta está seca y estoy casi segura que mis ojos también lo están. Ya vi y sufrí lo suficiente, no puedo seguir ahogada en todo esto.
La venda en mis ojos ya se cayó, solo queda seguir sin mirar hacia atrás, por mi bien. Por lo menos hasta sanar las heridas aún latentes dentro de mí.
Los botines de tacón me están matando lentamente acuchillando la planta de mis píes también, por el peso de mi cuerpo que recae en ellos.
Necesito descansar, deseo sentarme un rato viendo el estrellado cielo.
Después de un largo tiempo caminando llego a un parque con áreas verdes que no tengo dudas al decir que se me iluminó el rostro al verlo.
Los grandes y fructuosos árboles cubren el maravilloso paisaje que hay dentro, está iluminado por luces opacas que le da un toque más acogedor al ambiente, hay una extensión grande de matorrales con lindas y adorables florecitas.
En el centro se puede admirar un estanque con agua que agrega un toque de paz y serenidad, en él se observa a simple vista, peces de variados colores, otros animales pequeños y más plantas.
Alrededor del amplio paisaje, los bancos de madera antiguos me sacan una sonrisa de oreja a oreja.
En distintos espacios distribuidos, grupos de amigos y parejas, hacen picnic bajo el azulado cielo repleto de estrellas. Con el sonido de la naturaleza como una sinfonía tranquila y envolvente.
Me acuesto en uno de los bancos, totalmente estirada mirando al cielo buscando olvidarlo todo por unos minutos, se oyen los pájaros cantando suavemente en los árboles cercanos, llenando el aire con su canto melódico. El viento murmura al pasar entre las hojas, creando un susurro constante de calma.
De vez en cuando, se escucha el crujir de ramas y el leve roce de la hierba mientras alguien se acomoda. Las risas y conversaciones de fondo se mezclan en tonos suaves y despreocupados, transmitiendo alegría y complicidad.
Me levanto con el corazón latiendo cuando escucho la presencia de un Bugatti Mistral que se estaciona en frente de mí con potencia y produciendo un leve chirrido.
Me siento en el banco apoyando la cabeza en mis brazos sobre las rodillas esperando ver quien sale de él.
Un chico guapísimo. Algunos años mayor que yo.
Cierra la puerta del auto deportivo mirando inesperadamente hacia mí con una sonrisa seductora que me acelera el corazón para luego alterar mis nervios descontroladamente.
Estúpida.
Aún seguía viéndolo bobamente y creo que se dio cuenta como casi se derramaba mi baba por él que ahora viene justo hasta acá.
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Superar lo ¿prohibido? | +18
RomanceDurante una noche inesperada y deseada que termina en alcohol y pasión, ella lo conoce a él, un chico mayor que ella y del cual no conoce ni su nombre. En medio de una noticia sorprendente y un tanto dolorosa termina por descubrir sentimientos ocult...