7. Traición amarga.

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Los Ángeles, Estados Unidos.

Emma Miller.

Una semana después.

Corro incansablemente a través de la lluvia que me empapa por completo haciendo que mi ropa no sea suficiente bajo el clima, el frío que me produce hace que todo mi cuerpo sufra escalofríos.

No estoy muy cubierta, no creí tener que estarlo. Me encuentro con ropa deportiva, algo liviano, por estar trotando alrededor de las calles largas y poco transitadas.

Correr mientras las enormes gotas de agua lluvia caen una a una y con velocidad sobre mí, desata un nudo en mi garganta que venía reprimiendo hace una semana. Me detengo casi cayéndome al suelo por la velocidad con la que vengo, mis cabellos me recubren el rostro enredándose en él.

Me siento por completo en la tierra en la que apenas estaba apoyada con las manos hace unos segundos, necesito hacerlo. Mis lágrimas se desbocan, saliendo con fuerza, haciendo que mi alma se desgarre aún más de lo que pensé que lo haría. Creí haberlo superado, haber sanado todo lo que me duele, pero no, ahora bajo la lluvia me doy cuenta que no.

Mi padre, las personas que quiero y la soledad, todo a la vez me sacude sin piedad. Todo a la vez me parte el corazón en dos partes. Me duele saber que el hombre que me dio la vida me da la espalda justo cuando más lo necesito, mis dos únicas amigas se alejan sin explicación alguna y la soledad es mi única amiga en estos días.

Sentirme alejada de mi familia me rompe, sentir que estoy sola es lo que me supera y me obliga a querer quedarme tendida en el suelo llorando bajo la lluvia que me abraza, creyendo que con hacerlo se borrarán todas mis heridas y todo volvería a la normalidad.

La brisa helada y pesada de la noche me envuelve con su olor a llovizna calmándome.

Me levanto del suelo embarrada de lodo, tomando el camino de vuelta al departamento secando la humedad aún presente en mi rostro, pero con un sentimiento profundo de liberación.

Esto era lo que necesitaba, descargar lo que llevaba acumulado en mi interior sin permitirle salida, rogando que no me afectara, esquivándolo para no hacerme responsable de ninguna forma.

Cruzo mis brazos buscando calor en ellos, no me alejé mucho de donde vivo. Solo camino unos quince minutos cuando logro ver el alto y lujoso edificio a un costado de la iluminada carretera por las imponentes luces de los autos.

— Buenas noches Peter, ¿me podrías entregar el recado que enviaron para mí hace...? — pregunto confundida aún con mis ideas en desorden.

— Hace tres días señorita Miller. Sí claro, aquí tiene. — el hombre que se encuentra de turno en la recepción se agacha para buscar entre sus múltiples documentos esperando ser entregados.

Trato de no mirarlo fijamente para evitar que me vea en este estado, sobre todo no quiero preocuparlo, siempre ha sido un hombre atento y en este momento no tengo ganas de hablar con nadie.

— Aquí tiene. — recibo el sobre que sostiene su delicada y envejecida mano. — Señorita Emma, no quiero entrometerme en sus asuntos, pero... ¿le sucede algo? — me mira con un semblante de preocupación, su rostro necesita respuestas que no le daré por no sentirme lista y bien del todo.

— No me pasa nada Peter es solo que la lluvia me agarró justo en un mal momento, gracias por preguntar. — en mi rostro se refleja una sonrisa sincera, misma que el copia cuando termino por agradecerle.

Me adentro en el elevador cruzando mis brazos mientras la palma de mi mano derecha sostiene mi teléfono sin batería y con el vidrio roto.

El sonido del elevador me avisa la llegada al piso veinte, camino por el pasillo hasta llegar a la puerta.

Superar lo ¿prohibido? |+18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora