6. Llamada indeseada.

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Los Ángeles, Estados Unidos.

Emma Miller.

— Es todo señorita, ¿necesita algo más? — seca el sudor de su frente colocando la última caja en el suelo.

— No, eso es todo gracias y ten buen día. — me despido firmando el documento que me entrega extendiendo su mano.

Cierro la puerta de entrada a sus espaldas y aprovecho para echarle un vistazo a todo el sitio, las cajas en todos sus tamaños posibles están regadas por todo el living y los muebles recubiertos de film plástico están algo polvorientos.

Cierro mis ojos lentamente buscando algo de relajación en mi interior ante lo que ven mis ojos. Puedo percibir que se vienen días de total cansancio y dedicación para tener el departamento como me apetece.

Preparo una taza de café a temperatura media que me tomo apurada. El tiempo pasó deprisa y no me queda suficiente para llegar con la puntualidad que deseo.

Salgo del taxi cerrando la puerta con una fuerza ligeramente desmedida a causa de los nervios y las nuevas expectativas que me consumen por completo.

Levanto mi mirada hacia el frente, la instalación luce sorprendente. Cuento diez pisos desde abajo, el terreno es amplio, ocupando casi la distancia de una esquina a otra. Los autos están estacionados en orden y hay miles de ellos.

Me disperso entre el camino pedregoso rodeado de lindas y delicadas plantas con flores que decoran y le dan una muy buena vista a la academia desde afuera.

Quiero tomarme un poco más de tiempo observándolo todo, su muy bien pensada arquitectura, pero dentro de algunos contados minutos comienza la primera clase del semestre y no quiero comenzar de mala forma: Llegando tarde como acostumbro casi siempre.

Miro a través de los elevados ventanales de vidrio su interior, hay personas de todas las edades, en especial, jóvenes que caminan por todo el salón principal de un lado al otro, algunos solos, en pareja o grupos grandes.

— Adelante, permíteme tus papeles por favor. — la mujer de ojos profundos me atiene con amabilidad.

Le entrego el portafolio que mi padre estuvo a punto de destrozar hace una horas.

— Tu clase comienza dentro de poco tiempo, el número del salón es el trescientos quince y tu profesor se llama Austin Lennox, de los mejores en el recinto y el país. — una sonrisa de orgullo tira de sus labios cuando expresa las últimas palabras.

— Muchas gracias por tu atención. — recibo el carnet estudiantil que me entrega y a la vez ordena los documentos que traje en su apretado escritorio.

Guitarras, flautas, trompetas, violines, son algunos de los maravillosos instrumentos con los que me topo a punto de entrar en el aula.

Encontrar el aula fue fácil con ayuda del ascensor y los afiches en grande con el número y nombre del profesor dentro de él.

Tiro de la puerta con mi mente estando en otro lugar, sí, estoy cumpliendo el principio de mi sueño, pero aún siguen retumbando en mi mente las palabras de Harry Miller; mi padre. Este día sería perfecto sin el imprevisto de esta mañana en casa, sin sus palabras cortantes, sin su desprecio motivado por mi egoísmo, por querer hacer lo que me gusta, por querer cumplir ese sueño.

Sus palabras quedarán impregnadas en mí por siempre, así tiene que ser. Así quiero que sea, ahora tengo un porqué para lograr lo que me propongo, lo que busco adentrándome en la música.

— ¡Buenos días! — saludo con mis ojos brillosos, en una mezcla de ilusión, felicidad y emotividad.

— Sigue Miller, solo faltas tú por presentarte. A ver, pasa al frente. — el señor de unos cuarenta y cinco años me recibe alegre y sonriente. Me sorprende un poco que se tome el tiempo de leer los documentos de cada estudiante hasta el punto de saber su nombre y cómo se ven físicamente.

Superar lo ¿prohibido? |+18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora