3. Te creí diferente.

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Los Ángeles, California.

Emma Miller.

Termino de enjuagar la mascarilla aplicada en mi rostro y cierro el grifo, a un lado de la pared reposa una toalla mediana hecha de algodón, la cual agarro secándome con toques suaves.

Salgo del baño arrastrando mis pantuflas por el cansancio, haciendo un recogido completo en mi cabello. Aún me paseo por el corredor con mis shorts de pijama y un suéter grande que me queda casi como vestido. En una de mis manos sostengo un café fuerte y recién hecho, y en la otra mi teléfono, deslizando hacia arriba para ver las nuevas novedades y tendencias que las redes sociales nos imponen día a día.

Husmeo un poco hasta que me topo con la publicación de una artista conocida internacionalmente, adelantando una premisa, su nueva gira por los Estados Unidos, y entre sus destinos Los Ángeles. Solo queda dar me gusta, comentar y seguir deslizando, pagar una boleta es algo que no me puedo permitir ahora mismo.

Camino muy concentrada fijando mi mirada en el móvil, sin saber por dónde voy y sin darme cuenta de lo que se encuentra a mi alrededor.

— Hermanita, ten cuidado por donde vas, ¿se puede saber dónde te has metido desde la fiesta? Siento que han pasado siglos sin verte. — Micaela choca conmigo a propósito, dejando ver un gesto cómico en su rostro.

— Nos vimos ayer Mic, aunque sí, casi no hemos hablado. — la abrazo.

— Tu noviecito me estuvo marcando, dijo que no le contestabas. ¿Te lo paso? — rueda los ojos cuando me muestra los veinticinco mensajes de Jack junto a cinco llamadas perdidas.

— ¡No! Ni se te ocurra. Terminé con él y no quiero saber nada suyo en mucho tiempo. No le terminé de forma directa, pero fue algo obvio.

Así ella lo quiera ocultar, su felicidad es notoria.

— Ay Emma lo siento — ríe con ironía, por eso la miro mal. — ¡Ay! Es que no sé cómo te lo aguantabas, pero ahora lo importante es que me cuentes cuándo, cómo y por qué terminaste con el insípido ese, creo que puedo asegurar que es lo mejor que has hecho en toda tu vida. — Me sujeta del brazo mientras bajamos por las escaleras, y sin ser suficiente, capta toda mi atención apoderándose de mi teléfono.

— Micaela, mira cómo te pones por algo que ya es insignificante. En realidad, no fue la gran cosa. — doblo los ojos de manera burlona.

Llegamos al primer piso, con el saludo mañanero de Lily al igual que todos los días, siempre amable y de buen humor.

— Niñas... ¿a qué se debe tanta complicidad? — nos pregunta colocando dos tazas de café recién salidas de la cafetera a nuestro alcance.

— Después de no vernos veinticuatro horas debemos ponernos al día ¿no? Nuevas tendencias, moda y accesorios, todo en internet. — dice Mic colocándose el cabello a un lado del hombro.

Ella asiente mirándonos a ambas con orgullo, con ese amor que siempre nos ha dado desde pequeñas.

— Emma, un chico guapísimo pasó por aquí hace un rato a dejarte unas rosas, chocolates y una fina caja que parece ser un accesorio de esos que te encantan. — ella da media vuelta y a un lado del mesón en la cocina, sujeta todo lo que mencionó.

Miro a Micaela sin idea de quién pudo ser y ella me lanza una sonrisa pícara.

Todo esto me sorprende.

Las rosas tienen un color rojo profundo, su olor es estupendo y lo mejor es que esos chocolates los había estado buscando semanas atrás sin éxito.

— Pues qué raro, y cuéntame Lily, ¿Cómo era ese chico? — le pregunto mientras absorbo el delicioso olor que transmiten, y toco los suaves pétalos que poseen.

Superar lo ¿prohibido? |+18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora