8. Mi doble error Flavio.

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Casi es de noche ya y hace frío. El aire que baja de los montes acaricia mi piel helandome por dentro, pero el miedo ante la conversación que quiero tener, es más potente que esa sensación. Camino unos metros hasta la valla de tubo metálico y pulso el botón del portero. Espero. Al de un minuto las ganas de salir de esa encerrona en la que me estoy metiendo, casi me hacen desistir, pero un pensamiento de que debo cerrar mi error me obliga a volver a pulsar el botón. Enseguida la vaya empieza a abrirse sin hacer ruido. Yo la cruzo y comienzo a caminar por el camino a la vez que la valla vuelve a cerrarse tras de mí. Ya no hay vuelta atrás. Aprovecho el tiempo para pensar que voy a decir, porque me cuesta mucho estar aquí y enfrentarme a lo que tengo que hacer. Flavio es un accidente en mi vida. Solo le he visto en tres ocasiones. El día que le conocí en la ermita que corona ese monte, unos días después, que me le encontré en su casita perdida en mitad del bosque y el día siguiente que me invito a merendar y terminamos follando sobre la mesa de la cocina. Sumida en mis reflexiones llego a la casa.

El-. ¡Que grata sorpresa!. No sabía si volvería a verte aquí, Ane.

Yo-. Buenas noches, Flavio.

Flavio-. ¿ Te apetece que prepare algo para merendar o es por otra cosa tu visita?.

Maldita sea mi suerte. Lo ha dicho con esa sonrisa seductora y he tenido que quitar la mirada de sus labios. ¿ Quién le ha otorgado a este hombre ese poder para hacer lo que acaba de demostrar sobre mi?. ¿ En qué momento de la creación se ha establecido que alguien pueda tener bajo su dominio los impulsos más animales de otra persona?. ¿ Dónde reside la fuerza que tiene para hacer que todo mi universo pierda sentido y que yo solo sea capaz de procesar este instinto carnal?. No ha hecho nada. No ha dicho nada fuera de lugar. Sólo una leve insinuación de lo que pasó aquí hace unos días. Yo vine por esa merienda y para poder curiosear su casa. Pero sus palabras, me han llevado a otro momento, al final de aquella velada. Al instante en el que él y yo fuimos uno, sobre la mesa de la cocina. Mi mente procesa a toda velocidad el recuerdo de aquella tarde de forma casi mecánica, pero más abajo mi sexo palpita al ritmo en el que él me embestía al final, justo en mi final de aquella cita. Maldita mi suerte y maldita yo por dejarme afectar así. Me impongo a mis impulsos.

Yo -. Flavio. Siento no haber podido venir antes. Tenía que haber hablado contigo mucho antes, pero no he tenido tiempo.

Flavio-. No te preocupes. Sabía que vendrías antes o después. Lo he estado esperando ardientemente. ¿ Quieres pasar a la cocina y tomar un café?.

Acepto ese café, pero mientras él va a la cocina a prepararlo yo me quedo observando la sala de estar, la chimenea encendida, una mesa camilla repleta de fotos viejas que no vi la primera vez que estuve aquí, las ventanas de madera con cortinas de encajes…  Es una herramienta para tratar de controlarme, para engañar mis deseos, para centrarme en lo que tengo que decir y esquivar lo que realmente siento. Y lo que siento es que aquella tarde con Flavio en esta casa, en esa cocina, fue magnífica. Que conste que no quiero exagerar ni adular la faceta como amante de Flavio. He tenido sexo de igual calidad o incluso mejor con Andoni mismo, por ejemplo. Sin ir más lejos, en ese aparcamiento de el área de servicio de la autopista, mi pareja Andoni, estuvo a la altura o más. Pero Flavio tiene la llave y no tengo ni idea de porqué. Flavio es capaz de hacer que me  ponga como estoy, con tan solo saludar. Es poseedor del privilegio de mandar a mi organismo fabricar hormonas sexuales a velocidad industrial. La incertidumbre de saberme sometida al deseo delante de él me excita más aún. Me estudio. Me regocijo en la sensación de no ser capaz de controlar ese deseo carnal, pero me impongo a él. Lo descarto. Bueno, eso no lo consigo, pero me impongo o por lo menos, superpongo mi voluntad a ese deseo íntimo y cálido que emana de mi entrepierna. Me armo de valor y vuelvo a cruzar la puerta que me lleva a la cocina sin ser capaz de esquivar con la mirada esa mesa. Ese cajón donde guarda los condones…  Esa escena en la que el…

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⏰ Última actualización: Oct 14 ⏰

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