Con el torneo de verano detrás de ellos y la euforia de la victoria aún en el aire, Tsukishima y Yamaguchi sintieron que su vínculo se había vuelto inquebrantable. Pasaron los días disfrutando de la compañía del otro, ya sea estudiando juntos en la biblioteca o compartiendo momentos tranquilos después de los entrenamientos.
El inicio del nuevo semestre trajo consigo un aire de renovación y nuevas metas. El equipo de Karasuno se preparaba para el próximo campeonato de otoño, y la presión comenzaba a aumentar nuevamente. Sin embargo, esta vez, Tsukishima se sintió diferente. Con Yamaguchi a su lado, había una nueva motivación que lo impulsaba a ser mejor.
Una tarde, durante un entrenamiento, el entrenador Ukai reunió al equipo para discutir estrategias. Mientras discutían, Tsukishima notó que algunos de sus compañeros de equipo estaban nerviosos, pero él mismo se sintió sorprendentemente tranquilo. Al mirarlo, Yamaguchi le sonrió, como si supiera lo que pensaba.
—Recuerda que estamos todos juntos en esto —susurró Yamaguchi durante un descanso, dándole una pequeña palmada en la espalda.
El comentario lo animó. Cuando el equipo se reagrupó, Tsukishima se encontró hablando más y compartiendo sus ideas con confianza. A medida que el entrenamiento avanzaba, cada vez se sentía más a gusto en su papel.
Los días pasaron, y con cada práctica, la química entre Tsukishima y Yamaguchi mejoraba. Durante un ejercicio de equipo, Tsukishima se dio cuenta de que no solo estaban jugando bien, sino que también estaban disfrutando el juego de una manera que nunca había experimentado antes.
Un viernes por la tarde, después de un entrenamiento particularmente bueno, el equipo decidió celebrar con una cena. Durante la comida, entre risas y bromas, Yamaguchi le dijo a Tsukishima:
—¿Qué te parece si hacemos algo especial para motivarnos antes del campeonato? Como un ritual de buena suerte.
Tsukishima, intrigado, preguntó:
—¿Qué tienes en mente?
—Podríamos hacer un pequeño viaje a la playa. Pasar un día juntos, relajarnos y, tal vez, practicar algunos movimientos en la arena. Eso podría ser divertido —sugirió Yamaguchi.
Tsukishima pensó por un momento. La idea de pasar tiempo con Yamaguchi, lejos de las presiones del entrenamiento, sonaba agradable.
—Está bien. Suena genial. Pero prometo que no me harás hacer castillos de arena —respondió con una sonrisa.
—Trato hecho —dijo Yamaguchi, riéndose.
Cuando llegaron el día del viaje a la playa, el sol brillaba intensamente en el cielo. Karasuno se dividió en grupos, y Tsukishima y Yamaguchi se unieron a Kageyama, Hinata y otros compañeros de equipo. La arena cálida bajo sus pies y el sonido de las olas les llenaron de energía.
Después de jugar un partido improvisado de voleibol en la playa, se desafiaron mutuamente a ver quién podía construir el mejor castillo de arena. Tsukishima se burló de la idea al principio, pero al ver la emoción en los ojos de Yamaguchi, no pudo resistirse. Juntos, se pusieron manos a la obra, riendo y compitiendo amistosamente.
Mientras trabajaban, Yamaguchi se concentró en hacer torres elaboradas, mientras que Tsukishima se enfocaba en los cimientos, asegurándose de que su castillo no se derrumbara. En un momento, Yamaguchi miró a Tsukishima y dijo:
—Si alguna vez necesitamos una defensa sólida en la cancha, ¡solo tenemos que hacerla así!
Tsukishima soltó una risa, disfrutando del momento.