Mientras la noche avanzaba, la atmósfera entre Tsukishima y Yamaguchi se tornaba más íntima. El aire fresco del parque y el suave brillo de la luna creaban un ambiente perfecto, lleno de promesas y la emoción de lo que estaba por venir. Después de compartir sus sentimientos, ambos se sentían más conectados que nunca.
Tsukishima, sintiendo la chispa de la ocasión, se volvió hacia Yamaguchi con una sonrisa pícara.
—Entonces, ¿qué te parece si vamos a mi departamento? —preguntó, su tono ligero pero con un matiz de seriedad. No era solo una invitación casual; para él, era una oportunidad para compartir un momento más privado, donde pudieran ser ellos mismos sin distracciones.
Yamaguchi sintió cómo su corazón se aceleraba ante la sugerencia. Aunque un poco nervioso, no podía negar que estaba emocionado por la idea de pasar más tiempo a solas con Tsukishima.
—¿Estás seguro? —preguntó Yamaguchi, buscando confirmar que la invitación significaba lo que pensaba.
—Sí, estoy seguro —respondió Tsukishima, dando un paso más cerca, mirándolo directamente a los ojos—. Solo nosotros dos, sin distracciones. Creo que sería genial.
Yamaguchi sonrió, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo. La idea de estar a solas con Tsukishima, de compartir un espacio íntimo, lo llenaba de alegría.
—Está bien, entonces. ¡Vamos! —dijo, su voz llena de entusiasmo.
Ambos comenzaron a caminar hacia el departamento de Tsukishima, la energía entre ellos palpable. La caminata estuvo llena de risas y pequeñas charlas, cada uno sintiendo que estaban dando un paso más en su relación.
Al llegar al departamento, Tsukishima abrió la puerta y dejó entrar a Yamaguchi primero. El espacio era acogedor y ordenado, un reflejo de la personalidad de Tsukishima, que siempre había sido un poco metódico. Una pequeña lámpara iluminaba la habitación, creando un ambiente cálido.
—Haz como en casa —dijo Tsukishima, tratando de parecer relajado mientras se quitaba los zapatos y seguía a Yamaguchi.
Yamaguchi observó a su alrededor, notando detalles como los libros apilados y el equipo de voleibol que Tsukishima guardaba en una esquina. Se sentó en el sofá, un poco nervioso pero emocionado al mismo tiempo.
—Tu lugar es agradable —dijo Yamaguchi, intentando romper el hielo.
Tsukishima se sentó a su lado, sintiéndose más cómodo con cada segundo que pasaba.
—Gracias. A veces es un desastre, pero trato de mantenerlo ordenado —respondió, encogiéndose de hombros.
En ese momento, el silencio se volvió un poco más pesado, cargado de significados no expresados. Tsukishima miró a Yamaguchi, sintiendo la calidez de su presencia y la conexión que había crecido entre ellos.
—Así que… ¿quieres ver una película o algo? —preguntó Tsukishima, queriendo cambiar la dirección de la conversación.
—Sí, suena bien. ¿Qué tienes? —respondió Yamaguchi, aliviado de poder relajarse un poco.
Mientras Tsukishima se levantaba para buscar la película, Yamaguchi lo observó, sintiéndose agradecido por el momento que compartían. La intimidad del lugar y la conexión que habían forjado lo llenaban de felicidad.
Tsukishima regresó con una película en la mano y, mientras la ponía en el televisor, miró a Yamaguchi con una sonrisa.
—Esto debería ser divertido —dijo, sintiéndose un poco más a gusto.
Ambos se acomodaron en el sofá, y la película comenzó a reproducirse, pero Tsukishima no podía concentrarse. La cercanía de Yamaguchi, el suave aroma de su piel, lo distraía. A medida que avanzaba la película, miradas furtivas se intercambiaban, y la tensión en el aire se sentía eléctrica.
Finalmente, no pudo resistir más. Miró a Yamaguchi, que estaba inmerso en la pantalla, y sintió que era el momento perfecto para acercarse.
—Tadashi… —murmuró, y cuando su compañero se volvió hacia él, Tsukishima se inclinó lentamente, buscando sus labios.
El beso fue suave y lleno de promesas, como si cada uno de ellos quisiera transmitir todo lo que habían compartido. En ese instante, con la película sonando de fondo, el mundo exterior se desvaneció, y solo existían ellos dos.
Cuando se separaron, ambos sonrieron, sintiendo que habían dado un paso más en su relación.
—Esto es mejor que la película —dijo Yamaguchi, riendo un poco nervioso.
—Definitivamente —respondió Tsukishima, sintiéndose más seguro que nunca.
Con el corazón lleno de alegría, continuaron disfrutando de la noche, compartiendo no solo una película, sino también sus sueños, risas y anhelos. Sabían que este era solo el comienzo de muchas más aventuras juntos.