CAPITULO IX Caricias que marcan

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Gabriel:

Había ido a pedirle perdón a Marbella por haberle hablado así en la piscina, al principio me había recibido con bastante mal genio, pero tras escuchar mis disculpas la verdad es que su carácter fue mejorando. Tanto era así, que había propuesto que hiciéramos un juego para conocernos mejor, la verdad es que la idea me pareció espectacular, sobre todo porque quería seguir descubriendo cosas de ella y de su vida.

Llevábamos un buen rato riéndonos mientras nos contábamos anécdotas de nuestra infancia, sabía que ella era un dos menor que yo, así que a veces me interrumpía y me hacía bromas sobre que yo era más grande y la verdad es que fingía que me enfadaba que se metiera conmigo por eso, aunque no me molestaba en lo más mínimo, más bien todo lo contrario, me encantaba como se reía de mi cuando pensaba que me molestaba con sus comentarios.

Poco a poco fuimos tumbándonos en la cama hasta acabar el uno al lado del otro con nuestros hombros rozándose y con la mirada fija en el techo mientras hablábamos.

No recordaba cuándo había sido la última vez que había estado en una cama con una chica sin hacer nada sexual, simplemente hablando, y mucho menos cuando había sido la última vez que había estado así de a gusto manteniendo una conversación. Bueno, miento, sí que lo sabía, la respuesta era nunca, aunque me de vértigo admitirlo.

-¿En qué piensas?.-Interrumpió mis pensamientos mientras se giraba un poco sobre sí misma para poder mirarme a los ojos.

Yo me giré igual que ella para poder verla mejor, ahora nuestros rostros se encontraban a escasos centímetros.

No pude resistirme, no le contesté, simplemente estiré mi mano hasta su rostro y deslicé mis dedos por él retirándole un mechón de pelo que se le había escapado de su moño. Ella cerró los ojos mientras dejaba que le siguiera acariciando la cara con cuidado, fui bajando desde su mejilla hasta su cuello y de éste hasta su hombro, deslicé la mano muy despacio y probablemente con la mayor delicadeza del mundo. No recordaba haber tocado así a ninguna mujer en toda mi vida.

Sentí su respiración entrecortarse, pero no me detuve, mantenía sus ojos cerrados, como si disfrutase de mi tacto. Su piel era tan suave que incluso mis manos se sentían duras y ásperas en comparación, me sentía como si ella fuese de porcelana y mis manos no fuesen dignas de tocarla sin que existiera el riesgo de que pudiese acabar deteriorándola.

Sin embargo seguí deslizando mi mano por su hombro hasta acabar introduciendo un dedo por debajo del fino tirante de su vestido.

Ella abrió los ojos lentamente, haciendo así que nuestras miradas se encontrasen por enésima vez aquella tarde. Paré en seco mis caricias, sopesando la idea de que estuviese incómoda ante mi atrevimiento. 

Pero una vez más volvió a sorprenderme. 

Marbella empezó a hacer conmigo exactamente lo mismo que había hecho yo.

Empezó por acariciarme el pelo con extrema delicadeza, luego recorrió toda mi cara, desde mis sienes hasta detenerse un rato en la sombra de la barba que pronto haría acto de presencia, siguió bajando hasta detenerse en mis labios, que empezó a acariciar suavemente con su pulgar.

Como acto reflejo, abrí los ojos esperando encontrar en los suyos la respuesta que tanto quería que me diese. 

Pero como todo era demasiado bonito para ser verdad, llamaron a la puerta, haciendo así que nos sobresaltásemos y tomásemos consciencia de lo que estuvimos a punto de hacer.

Marbella saltó disparada de la cama como un resorte, juro que cuando lo hizo intenté fijarme en cualquier cosa menos en su culo, pero fue en vano, se me fueron los ojos directos a la poca piel que había quedado descubierta con su salto y sentí mi pulso volver a descontrolarse.

-¿Quién es?.-Preguntó detrás de la puerta.

-Soy Fer, ¿Te he despertado?.--Preguntó mi hermano.

-No, estaba...Vistiéndome, ¿Qué necesitas?.

-Acaba de vestirte tranquila y nos vemos en un rato bajo.

-Vale, ¿También estará Gabo?.-Preguntó mientras se giraba para mirarme a los ojos por primera vez desde que nos habíamos separado.

 -Sí, quería comentar algo con ambos pero no le he encontrado, ¿sabes si ha salido o algo?.

Esto no pintaba nada bien, no escuchaba a Fer tranquilo y eso era raro en él.

-Pues ni idea.-Mintió y me miró con cara de culpa.

-Vale, te veo bajo, voy a volver a llamarle.

Se escucharon pasos alejándose de la puerta y empecé a recobrar mi ritmo habitual de pulsaciones.

-Tenemos que bajar.-Me dijo.

-Vale, tú primero.

-No, tú primero.

-¿Por qué?, si has sido tú la que ha hablado con el, se supone que a mi no me encuentra, sería raro que de repente apareciese yo solo de la nada,-Dije.

-Porque no puedo bajar así- Se señaló y empecé a notar que se ruborizaba.

-¿Así cómo?, estás perfecta.-Dije sincero.

Noté que Marbella se ruborizaba mas aún y me reí por lo bajo ante lo tierna que me parecía la situación.

-Venga, dímelo, ¿recuerdas que te prometí que no te juzgaría y que no podía decir nada malo?.-Dije, y supongo que la convencí un poco con mis argumentos.

-Esta bien, pero, ¡sin juzgar eh, que lo has prometido!.

-Te lo prometo.-Le puse el dedo meñique para que lo entrelazara como señal de promesa y ella así lo hizo antes de hablar.

-Vale, no llevo lencería.-Abrí los ojos como platos, sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo al tener la imagen mental de Marbella desnuda delante de mi.

-¡Dijiste que no me juzgarías, no pongas esa cara!.-Dijo avergonzada mientras me "Gritaba" en susurros.

-No te he juzgado!, me ha caído desprevenido, eso es todo.

-Va, vete de aquí ya antes de que no tengamos explicaciones válidas que dar.- Me cogió de la mano y estiró para intentar que me levantase, pero lo único que consiguió gracias a mi, fue que la tirase encima mío y que cayésemos ambos sobre la cama, esta vez ella estaba encima de mi, y no me enorgullezco de ello, pero esto muy seguro de que Marbella sabía perfectamente que yo estaba bastante a gusto y muy pero que muy contento teniéndola en esta posición.

-Gabito. -Su tono era de advertencia, así que obedecí y la solté para que se pudiese poner de pie, esta así lo hizo y luego me abrió la puerta con sigilo para que pudiera salir de allí sin ser visto.

DESTINO /GABITO BALLESTEROS/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora