Capítulo 34: Dar para recibir

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●34

El suave tintineo del hielo en el vaso de whisky era lo único que rompía el silencio. Sentía el calor del líquido quemar mi garganta, pero no lo suficiente para adormecer la tormenta que siempre giraba en mi mente. El whisky me daba una falsa sensación de control, un respiro temporal del caos que siempre latía debajo de la superficie.

Con los ojos cerrados y la cabeza apoyada hacia atrás en el sofá, podía sentir la energía de la ciudad, el pulso constante de Manhattan a lo lejos, pero dentro de estas paredes solo reinaba el silencio. Un silencio que usualmente encontraba reconfortante, pero que esta noche se sentía diferente. Lina estaba aquí. Y su presencia hacía que el aire se sintiera más espeso, más cargado. Pero no de mala manera.

Escuché sus pasos antes de verla. Eran ligeros, casi cautelosos, pero no pude evitar sentir cómo mi cuerpo reaccionaba.

—¿Ya te sientes más relajada?
—pregunté, sin moverme del sofá, mis ojos aún cerrados. Sentía su incertidumbre, esa indecisión tan propia de ella. Pero también sentía algo más... ese deseo creciente que siempre palpitaba cuando estábamos cerca.

No respondió de inmediato. Lentamente, abrí los ojos. Y ahí estaba, frente a mí, con una de mis camisas, su cabello húmedo cayendo en ondas sobre sus hombros, su piel resplandeciente bajo la suave luz. La camisa apenas la cubría, y la tentación de recorrer su cuerpo con mis manos se hizo casi insoportable. Un golpe de deseo me recorrió el cuerpo, rápido e intenso.

Me incorporé despacio, dejando el vaso de whisky sobre la pequeña mesa, mis ojos atrapados en los suyos. Había algo en la forma en que me miraba, esa mezcla de vulnerabilidad y decisión que siempre me desarmaba. Lina se movió, cerrando la distancia entre nosotros, y sin dudar, se acomodó en mi regazo. El calor de su cuerpo se apoderó del mío. Sentí cómo su respiración se aceleraba, y su piel, suave y cálida, rozaba la mía, provocando una corriente de electricidad. Un suspiro bajo escapó de mis labios mientras mis manos se deslizaban por su cintura, atrayéndola aún más hacia mí.

—¿Qué estás haciendo? —mi voz sonaba más ronca de lo que esperaba.

Ella me miró con una leve sonrisa.

—Acaso no es obvio…

Levanté una ceja, algo desconcertado por su audacia, aunque una parte de mí lo agradecía.

—Estoy tomando la iniciativa —dijo en un susurro que hizo que mi cuerpo se tensara aún más.

Mis dedos se deslizaron por su espalda, disfrutando de la calidez de su piel bajo mis manos. Sabía lo que quería, y en lo más profundo de mí, también lo deseaba. Pero aún así... había una parte de mí que no podía ignorar lo que éramos, lo que yo era.

—Sabes que no puedo darte lo que quieres —dije con voz baja, manteniendo el contacto visual—. No puedo darte la intimidad que buscas... no de la forma en que la quieres. No sé coger de otra manera que no sea brusco.

El silencio que siguió a mis palabras fue denso, cargado de significado. Sabía que lo que decía era cierto, que la única manera en que podía tocarla, tenerla, era en un acto de control absoluto. Pero ahora, con ella aquí, en mi regazo, sintiendo su calidez, no estaba seguro de si podía seguir con esas reglas.

Ella no se movió, no se apartó. En lugar de eso, su mano se deslizó por mi mejilla, su toque era suave, casi tímido, pero firme en su intención.

—No quiero que seas otra persona, Víktor. Solo quiero que me dejes acercarme —dijo en un susurro, sus dedos continuando su viaje hacia mi cuello.

Mi respiración se volvió más pesada. Cada parte de mí quería resistirse, quería apartarla antes de perder el control, pero al mismo tiempo, la idea de sentir su toque, de ceder aunque fuera un poco, me parecía imposible de ignorar.

Bajo la superficie del CEO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora