Capítulo 38: "Diez días"

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Caminé por el pasillo principal de The NY Socialite, con las miradas de colegas fijas en mí.

-¡Lina! -escuché la voz de Michael, el encargado de diseño gráfico, mientras me saludaba con un gesto animado desde su escritorio- ¡Mira quién ha decidido aparecer por aquí!

-No pueden deshacerse de mí, ni aunque lo intenten... -respondí con un tono divertido, mientras le sonreía de vuelta.

A medida que caminaba, saludaba de manera automática a más personas, muchas de ellas con la misma energía. Me detuve un momento a mirar el espacio que conocía tan bien. Aquella familiaridad de mi día a día antes de todo este caos. Era mi zona segura, la rutina, los correos interminables, los artículos apurados para entregar a tiempo... y sin embargo, sentía algo diferente, como si ya no encajara del todo.

Finalmente llegué a mi pequeña oficina. La puerta chirrió un poco al abrirse. El aroma del lugar era el mismo, una mezcla de café y papel, pero ahora todo se sentía... más reducido.

Me dejé caer en mi vieja silla giratoria, apoyando la cabeza en el respaldo y cerrando los ojos por un momento. Me giré un poco, lo suficiente para observar las paredes, los estantes llenos de libros y revistas. Todo parecía igual que siempre, pero había una diferencia: mi perspectiva. Comparado con la oficina de Víktor, este espacio era diminuto. Me di cuenta de que nunca antes lo había notado. El contraste me golpeó más fuerte de lo que esperaba.

Giré un poco más la silla, perdiéndome en mis pensamientos, cuando una voz familiar me sacó del trance.

-Lina, ¿qué diablos pasa contigo? -La voz de Kat era inconfundible, cargada de su típica mezcla de reproche y cariño-. Te he estado llamando desde ayer, y te mandé como mil mensajes. ¿Por qué no respondes? ¿Y por qué no me dijiste que ibas a pasar por aquí?

Levanté la mirada y la vi parada en el umbral de la puerta, con una expresión de ligera irritación en su rostro. Sonreí débilmente.

-Kat... lo siento. No he visto nada.

Ella arqueó una ceja, claramente incrédula. Caminó hacia mí y se sentó en la esquina de mi escritorio, cruzando los brazos.

-¿Nada? ¿Desde ayer? -insistió, mientras yo sacaba mi teléfono para mostrarle mi bandeja de entrada vacía.

Pero entonces noté algo. La pequeña avioneta en la esquina superior de la pantalla. Que raro.

-Joder... -murmuré, quitando el modo avión. En cuanto lo hice, una avalancha de mensajes comenzó a llegar: de mi madre, de Kat, notificaciones y llamadas perdidas.

-¿Ves? -Kat se rió suavemente, mientras yo sacudía la cabeza-. Eso te pasa por no tener la cabeza en su lugar. ¿Estás bien?

Solté un suspiro profundo y me dejé caer de nuevo en la silla.

-Adivina qué -dije con un leve tono de ironía, intentando restarle peso al asunto.

Kat entrecerró los ojos, inclinándose hacia mí, expectante.

-¿Qué? -preguntó, ansiosa por saber.

-Hoy conocí a Dimitri Arlov -respondí, observando su reacción.

El rostro de Kat se iluminó, sus ojos se abrieron de par en par.

-¿Qué? ¡¿Dimitri Arlov?! -exclamó, claramente sorprendida-. ¡Oh Dios! Ese chico es hermoso, y es una estrella en ascenso. Estoy impaciente por ver su película. Dime, ¿es tan guapo como parece en las revistas? Porque en las fotos se ve como un maldito dios griego.

Me reí suavemente ante su entusiasmo.

-Mucho -admití, sacudiendo la cabeza con una pequeña sonrisa.

Bajo la superficie del CEO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora