𝐷𝑖𝑜𝑠 𝑛𝑜 𝑚𝑖 𝑎𝑚𝑜𝑟 𝐵𝑎𝑙𝑑𝑤𝑖𝑛

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Baldwin se inclinó suavemente, sus labios rozando la piel de su esposa con una delicadeza casi reverente, plasmando castos besos, comenzando por la pequeña y suave mano que sostenía. Con la luz de la luna y la fría brisa nocturna como testigo, las miradas que los reyes compartían adornaban el momento con dulzura que solo ellos comenzaban a entender. Un baile de pasiones, donde el tiempo parecía detenerse, y todo lo que existía eran solo ellos dos.


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Moviendo sus caderas nuevamente con lentitud tortuosa, que no hacen mas que insitarla a levantar sus caderas haciéndola jadear ruidosamente debido al sonido obseno y el desliz que dicho movimiento ocasiona, y que la hace querer que su esposo lo haga mas rápido al verlo relamerse los labios y lanzarle una sonrisa socarrona, lanzándole una risa ruidosa y burlona al verla tan deleitada.  

Baldwin: -yildiz, creí que alguien como tu jamas  estaría con un leproso como yo- menciono mirándola de forma amenazante lanzándole un escalofrío por la columna.

Una mirada que jamas habías visto, una que lanza una oleada de ansiedad que recorre su cuerpo, que en otras circunstancias le daría miedo pero esta, justo esta, no hace mas que hacerla querer mas, necesitada, necesitada de el hombre que se encuentra sobre ella, necesitada de su toque, y necesitada de su gran cosa, aquella cosa que tenia hasta hace unos segundos, entre las piernas.

Jadeante y agotada la gota que estaba a punto de llevarla al colapso, el ver como su esposo, sin quitarte la mirada de encima ni un solo segundo lleva una de sus manos a su miembro tomándolo y lo ve acercarlo nuevamente hacia ella, lo cual la hace cerrar los ojos esperando que vuelva a llenarla, pero tras escuchar una leve risa de nuevo y que la intrusión nunca llego abre los ojos nuevamente confundida y con el ceño fruncido...

Baldwin: -pídelo- susurra acercándose a su cuello y dejando un beso húmedo. 

Melek: -que?- susurra atónita

Baldwin: -pideme que vuelva dentro de ti yildiz-

Malek: -por favor, Baldwin, por favor-

Despertando en el un gran deseo tras las palabras que susurraba su esposa, la imagen deleitante de tan colorada mujer y los sonidos que esta exclamaba cuando este ni siquiera la había tocado de vuelta, se introdujo sin previo aviso una vez mas de forma rápida y profunda sintiendo como aquellas paredes se abrían y palpaban de forma lenta y concisa debido a la inesperada intromisión y sintiendo sus testiculos golpeaban sus otros 2 mas grandes atributos, se permitió soltar un gran jadeo acompañado de el de la susodicha lleno de sorpresa el cual los hizo mirarse y volver a devorarse sus bocas nuevamente.

Moviendo sus caderas nuevamente colocando ambas manos al rededor de tu trasero porque según el creía que eso lo hacia tomar mas impulso, llevando su boca por tu cuello mientras empezaba a embestir mas rápido, estirando aquellas paredes a su alrededor lo que la hace levantarse ligeramente hacia arriba y notarlo, ¨Dios¨ susurra cuando lo nota, ¨Dios no mi amor, Baldwin¨ lo escucha susurrarle antes de que se dirigiera a devorar uno de tus pechos, pero instantes mas tarde el nota el motivo de aquel susurro después de que tomara una de sus manos y la llevara hasta tu vientre abultado, desconcertado y abrumado detuvo el viajen de sus caderas para apreciar el como su miembro se daba a notar en el abdomen de su esposa, estremeciéndose ante la imagen, aferrándote esta vez con una mano a su cintura  y la otra en aquel bulto comenzó a empujar nuevamente contra ella haciéndola jadear y caer rendida sobre las sabanas de aquella gran cama, haciendo que ambos sintieran mas profundo ese vaivén de embestidas, gritos y gruñidos ahogados por gemidos que salían sin pudor, unos bastante placenteros, con el cuerpo de la susodicha lleno de espasmos apunto de ceder ante el y tus dolorosas manos que aprietan fuertemente aquellas suaves y mojadas sabanas.

Con la exitación a flor de piel, sin evitar que ella pusiera sus ojos en blanco y que el cerrara los ojos fuertemente y dejara su boca entre abierta por segunda vez en la noche, un gemido profundo y cargado sale de lo mas profundo de sus gargantas, finalmente se tumba sobre ella y aun dentro, con su aliento haciéndole cosquillas sobre el cuello, no puede evitar dar suaves caricias por tu cadera, y aun en esa posición aquella cansada mujer puede sentir esa sonrisa socarrona y burlona, otra vez.















Pero Balduino, tan serio que te veías

Pero Balduino, tan serio que te veías

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La que no opine le dará diarrea

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The cold breeze - Baldwin IVDonde viven las historias. Descúbrelo ahora