La flor del desierto

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La soledad es un desierto interminable,

donde cada grano de arena

es un suspiro no compartido,

una palabra que se ahoga

en el vasto silencio de los días que se alargan.


Entre las dunas, crece una flor,

solitaria, enraizada en la sequía de miradas.

Es una flor que florece en lo imposible,

alimentada por los silencios,

por las ausencias que se alargan

como sombras al atardecer.


Las estrellas en el cielo

no son más que testigos distantes,

frías en su luz,

inalcanzables en su brillo.

Y cada paso que das en este desierto

es una conversación con tu propio eco,

una charla interminable

donde las respuestas nunca llegan.


La soledad es una casa grande

con todas las luces apagadas,

donde las habitaciones vacías

susurran con el viento que entra por las ventanas.

Te sientas en el centro,

rodeado de sombras que conoces bien,

y, sin embargo, su compañía

nunca llena el vacío que llevan dentro.

A contraluz del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora