La máscara que no se quita

3 0 0
                                    

Llevo una máscara de hierro

que se ha adherido a mi piel

como si hubiera nacido conmigo.

No es mía,

pero se ha convertido en parte de mi rostro,

un reflejo que no puedo evitar

cada vez que miro en el espejo.


La vergüenza me ha dado esta máscara,

me la ha impuesto

como una condena invisible

que solo yo puedo sentir.


Afuera, parezco intacto,

pero por dentro,

cada palabra no dicha,

cada error que se esconde en mi memoria,

golpea contra el metal,

resonando como un eco

que no puedo silenciar.


Intento quitármela,

pero cuanto más lo hago,

más duele.

El hierro se ha fundido con mi carne,

y cada intento es un recordatorio

de que la vergüenza es una prisión

de la que no sé escapar.


Los ojos que me miran

parecen atravesar el metal,

y aunque trato de sonreír,

el peso de la máscara me impide hacerlo.

Es como llevar un yugo,

como una cadena que, aunque invisible,

me ata al suelo.


Quisiera gritar,

liberarme de este disfraz

que no pedí,

pero la máscara me silencia,

y lo único que sale de mi boca

es el susurro amargo

de un alma que se esconde.

A contraluz del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora