Una sombra se arrastra, lenta y sutilmente,
rozándome la piel como pétalos al caer,
sus patas, delicadas, trazan un hilo febril,
entre el miedo y el anhelo de volver.Aunque el abismo te reclame, aunque la noche te arrope,
seguiré buscándote en la penumbra sin final,
en el eco roto de las campanas que toquen,
en el susurro de un sueño hecho cristal.Narrador:
Mono se quedó sentado en el suelo, observando el pequeño trozo de cristal que tenía en sus manos. La imagen de Six seguía ahí, atrapada en ese diminuto fragmento, con sus ojos grandes y asustados clavados en los suyos. Era como si quisiera decirle algo, pero las palabras nunca llegaban a él. Mono sabía que no podía detenerse, que tenía que seguir avanzando, pero ¿cómo iba a salvarla si ni siquiera podía escucharla?
Se levantó lentamente, el frío metal bajo sus pies grabándole que estaba en el Nido, un lugar donde las sombras acechaban y las paredes susurraban. El fragmento de cristal en su mano emitía una tenue luz, apenas suficiente para iluminar el siguiente paso, pero eso le bastaba. Era su guía, su única conexión con Six.
Avanzó por un pasillo largo y estrecho, donde las tuberías se retorcían como serpientes y el agua goteaba en charcos oscuros. A cada paso que daba, sentía que algo lo observaba, pero cuando giraba la cabeza, no había nada. Solo el sonido distante del metal crujiente y las máquinas trabajando, como un corazón mecánico que bombeaba vida al Nido.
Finalmente, Mono llegó a una puerta vieja y oxidada, que apenas se mantenía en pie. La empujó con cuidado, y esta se abrió con un gemido, revelando una habitación que no había visto antes. Era grande, circular, y en el centro había una estructura enorme que se extendía hacia el techo, como una torre de relojes que se retorcían unos sobre otros. Las manecillas de los relojes giraban sin parar, pero todas parecían estar rotas, moviéndose sin ritmo, como si el tiempo mismo estuviera quebrado.
De repente, el trozo de cristal en la mano de Mono brilló más fuerte, y la imagen de Six se movió. Él pudo ver sus labios formando palabras, pero seguía sin poder escuchar. Frustrado, Mono se acercó al cristal a su oído, esperando captar el sonido, aunque fuera un susurro.
"...No es real..."
Las palabras llegaron, apenas audibles, como un eco lejano. Mono sintió un escalofrío recorrerle la espalda. ¿Qué quería decir Six con eso? ¿Qué parte de todo esto no era real? Miró alrededor, pero la habitación seguía igual de silenciosa, con los relojes marcando tiempos que nadie podía entender.
Entonces, una sombra se movió al borde de su visión. Mono giró la cabeza rápidamente, pero no vio nada. Solo oscuridad. Pero no estaba solo. Nunca lo estaba.
El Hombre del Sombrero emergió de las sombras, caminando lentamente hacia el centro de la habitación. Su figura era alta y delgada, con aquel sombrero que cubría su rostro, dejando solo ver la sombra que proyectaba sobre el suelo. Mono retrocedió, su corazón latiendo tan fuerte que sintió que le explotaría en el pecho. La luz del cristal en su mano parpadeó, como si temiera la presencia de aquel ser.
—Deja de buscarla, niño —dijo el Hombre, con una voz profunda y grave, como el crujir de los cimientos del Nido. Su tono era calmado, pero había algo en él que helaba la sangre. —Ella pertenece aquí... igual que tú.
- ¡No! —gritó Mono, apretando el cristal con más fuerza. —¡No pertenece aquí! ¡No pertenecemos aquí! ¡Voy a sacarla, sea como sea!
El Hombre del Sombrero inclinó la cabeza, como si estuviera considerando las palabras de Mono. Luego, dio un paso hacia adelante, y Mono sintió que el aire se volvía más denso, más pesado. Las manecillas de los relojes empezaron a moverse más rápido, girando y girando, creando un zumbido que llenaba la habitación.
—No puedes salvar a alguien que no quiere ser salvado —dijo el, extendiendo una mano larga y huesuda hacia Mono. —El Nido la ha atrapado... y ella no quiere salir.
Mono sintió que las palabras del Hombre lo golpeaban como una ola de frío. Miró el cristal en su mano, la imagen de Six parecía más borrosa, como si se estuviera desvaneciéndose. La desesperación lo invadió, pero sabía que no podía rendirse. No después de todo lo que había pasado.
—¡Mientes! —Mono levantó el cristal, como si fuera una pequeña arma. —¡Voy a encontrarla, no importa lo que tenga que pasar o hacer! ¡Vamos a salir de aquí¡
El Hombre del Sombrero no respondió. Simplemente suena, una mueca que apenas se podía ver bajo la sombra de su sombrero. Luego, chasqueó los dedos, y la habitación entera se llenó de oscuridad. Los relojes dejaron de girar, y el zumbido cesó. Todo quedó en silencio, un vacío que parecía tragarse el alma de Mono.
De repente, una luz suave emergió del cristal en la mano de Mono, iluminando un camino que llevaba a un pequeño corredor al final de la habitación. Sin pensarlo dos veces, Mono corrió hacia él, escapando de la presencia del Hombre del Sombrero, que se quedó observando desde las sombras, sin moverse.
Epílogo del capítulo:
Mono se adentró en el corredor, con el corazón latiendo en sus oídos. La luz del cristal lo guiaba, como una estrella en la noche más oscura. Sabía que el Nido no se lo iba a poner fácil, que aún quedaban muchas criaturas esperando para atraparlo. Pero por primera vez desde que entró en ese lugar, sintió una chispa de esperanza.
A lo lejos, escuchó el sonido de una campana, suave y melodiosa. Se detuvo un momento, escuchando. Esa campana... parecía estar llamándolo, guiándolo hacia donde Six lo esperaba. Mono presionó el cristal con fuerza, decidido. No dejaría que el Nido lo separara de ella. No esta vez...
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Luz en la Oscuridad...
RandomEsta es mi primera historia así que a nada xd Me baso en la Teoría del juego e inspirándome de @Otatayelcrack