Luz en la Oscuridad...

La Sombra y la Luz...

En el teatro del Nido, profundo y sombrío,
donde el tiempo y las sombras susurran al río,
una chispa perdida, un rayo encendido,
caminó con el miedo... pero jamás rendido.

Narra Mono:

La oscuridad me envolvía, pero yo avanzaba sin detenerme, el cristal en mi mano brillaba con una luz vacilante pero constante. Las sombras a mi alrededor parecían vivas, serpenteando y retorciendo como si de serpientes se tratase, esperando el momento perfecto para atacar. Pero la luz del cristal las mantenía a raya, alejándolas lo suficiente para que pudiera seguir caminando.

El Hombre del Sombrero había desaparecido, dejándome solo en esta vasta y vacía sala, pero sabía que él seguía allí, observando, esperando. Era como si toda la oscuridad que me rodeaba fuera solo una extensión de su voluntad, una trampa que se estrechaba más y más a medida que avanzaba.

La voz de Six seguía llamándome, pero era apenas un susurro, tan débil que tenía que concentrarme para escucharla. Había algo en ese susurro que me inquietaba, como si Six estuviera más lejos que nunca, atrapada en un lugar al que ni siquiera la luz del cristal podía llegar.

—No te rindas, Six... estoy cerca —murmuraba, con la esperanza de que ella pudiera oírlo. Sentía cómo el miedo intentaba tomar el control, pero me aferraba a la luz del cristal, dejándome guiar por ella.

Narrador:

El camino parecía interminable, y el aire se volvió más denso, como si la oscuridad estuviera presionando contra él, tratando de sofocarlo. Mono siguió caminando, paso a paso, y finalmente, la oscuridad se abrió para revelar una nueva habitación, una que era diferente a todas las demás.

Era un espacio amplio, casi como un teatro antiguo, con filas de sillas vacías que se extendían hacia la distancia. En el centro, bajo una luz tenue, había una figura sentada en una silla. Mono contuvo el aliento cuando la vio, porque era Six. Pero algo en ella no estaba bien.

Six estaba inmóvil, sus ojos fijos en el suelo, y sus manos descansaban sin vida en su regazo. Había una inquietud en su postura, como si toda la energía hubiera sido drenada de su cuerpo. Mono sintió que su corazón se aceleraba, y corrió hacia ella, sin preocuparse por las sombras que se arrastraban a su alrededor.

—¡Six! —gritó, acercándose lo suficiente para ver su rostro. Pero ella no levantó la mirada, no reaccionó. Mono se detuvo frente a ella, con su respiración agitada, y extendió una mano para tocar su hombro, pero antes de que pudiera hacerlo, una sombra se deslizó entre ellos, separándolo de ella.

El Reflejo Perdido

La sombra se movió rápidamente, tomando la forma del Hombre del Sombrero, que apareció frente a Mono con una sonrisa tranquila, pero sus ojos fríos estaban fijos en Six. Era como si la estuviera protegiendo, o quizás reclamándola como suya.