Capítulo Uno - El chico de la Biblioteca.

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Había mucha anticipación en la casa de la familia Moran. El padre, Arthur Moran, esperaba en la sala principal de aquella casa cerca del campo. Los sirvientes corrían de un lado para otro llevando sábanas limpias, toallas y baldes de agua fría y caliente. Había una ansiedad colectiva. El mayordomo de la familia se acercó al Señor Moran anunciando que algunos de sus familiares habían llegado.

Su rostro mostraba nervios y ansiedad cuando recibió a sus invitados. Una sonrisa y un saludo de mano fue lo que les dio al verlos. Su madre, su hermana, su suegra y su cuñado estaban en la misma expectativa de saber lo que pasaría. Su suegra subió a la habitación principal junto con uno de los sirvientes, al igual que su madre y hermana. Quedando solamente con su cuñado bebiendo una copa de vino tinto.

Los pasos en el piso superior se oían más impacientes con el paso de los minutos. Se escuchaban voces hablando, balbuceando pero no había más que ese sonido en toda la casa. Había un olor de humo de cigarro y alcohol más el sonar del reloj y la campana que anunciaban las seis de la tarde. Habían estado esperando por ya cuatro horas y no había nada. La ansiedad se había tranquilizado desde la segunda botella de vino abierta, aún así seguí en en la espectativa y la incertidumbre.

Poco tiempo después, la señora Honington bajó las escaleras como pudo. Se mostró cansada pero con una felicidad inmensa. Esa fue la señal que todos esperaban en un veinte de junio de 1894. El Señor Moran subió corriendo hacía la habitación principal, los sirvientes aún se movían de un lugar a otro pero todo había terminado. Un ambiente de paz y felicidad inundó el lugar cuando se escucharon las primeras palabras de la Señora Moran.

—Es una niña, Arthur —su sonrisa conmovió al señor Moran cuando se acerco hacía su esposa, quien sostenía una niña en sus brazos.

La niña se veía sana y de un peso normal. Ojos grandes, de color azul. Podrían decir que era parecida a su madre pero en realidad era la misma imagen de su padre. Arthur Moran la cargo en sus brazos mirando lo bella que su hija era y lo feliz que él y su esposa eran en ese momento.

Años de espera y de decepción, pues habían perdido a dos bebés en el pasado pero la pequeña que había nacido en ese día, era el milagro más grande que la familia haya tenido. Su suegra, su cuñado, su madre y su hermana estaban felices con la nueva integrante de la familia. Una niña a quien pusieron de nombre Noelle. Un nombre suficientemente único para el milagro que tenían en brazos.

La casa que se encontraba en el campo, era una casa grande para que la niña disfrutara su infancia. Era un poco fría y tétrica pero la alegría que ella trajo aquel día cambio el ambiente del lugar, volviéndolo un lugar lleno de luz. Los señores Moran estaban orgullosos de poder llamarse una familia feliz, pues su pequeña Noelle llenaba todos los espacios vacíos. Sarah Moran, la madre y esposa. Le enseño en sus primeros años, lo principal que una madre puede enseñar. Arthur Moran, intentaba formarle un carácter en donde ella no tuviera que someterse ante nadie si no había respeto de por medio. La familia era una familia privilegiada por la Realeza, pues Arthur participó en varios combates y Sarah había sido enfermera por un tiempo. La delicadeza y fortaleza de ambos se vio en Noelle.

Los Moran, ya que eran una familia conocida se veían en la necesidad de organizar eventos en su lujosa pero tranquila casa. Eran tantos los invitados que era imposible hablar con ellos en una sola velada. Pero los pocos conocidos eran la familia Nicholls, quienes tenían un hijo de quince años, James.

Era la noche previa a la Noche Buena y era el día perfecto para compartir una velada con amigos pero para Noelle, era sólo una noche en donde estaría en su habitación junto con su nana. No había niños invitados en la fiesta pues sólo era una noche para adultos. Mientras cada año Noelle se quedaba en su habitación esa fue la primera que experimento la curiosidad y salió de su encierro por unos momentos.

La fiesta principal era en el jardín inmenso de la familia, los sirvientes estaban repartiendo comida, bocadillos, bebidas y copas. Noelle tomó un par de bocadillos y fue a la biblioteca donde era su nuevo santuario de aprendizaje. Una vez ahí y mientras masticaba un poco, buscaba algún título interesante para poder leer... Recorrió los estantes una, dos, tres, cuatro veces pero no había nada nuevo. La quinta vez notó algo que en las veces anteriores no había notado, un libro faltante en la colección de historia de su padre. Ella no lo tomó, su padre no lo tomó y mucho menos su madre. Los sirvientes tenían prohibido tomar libros de la biblioteca sin permiso, así que aquella sospecha estaba descartada.

Para Noelle la aventura apenas estaba comenzando. "El misterio del libro perdido" pensó dibujando una sonrisa en su rostro. El salón era enorme para una niña de ocho años, así que comenzó a buscar cautelosamente bajo las mesas, sillas y aquel escritorio de su padre. "El libro podría estar en el suelo" pensó pero después de media hora buscando, la niña se cansó y tomó un poco de tiempo para recobrar el aliento y las fuerzas pero esté acto se vio interrumpido cuando escuchó un sonido silbante cerca del ventanal que daba al jardín. Con cuidado y con extremo silencio, Noelle se levantó y caminó hacía esa dirección. Su respiración se estaba acelerando con la ansiedad de descubrir lo que era. Al final del salón, sentado en el balcón del ventanal estaba un joven de cabello rubio, un poco largo y relamido hacía atrás y se encontraba leyendo el libro perdido.

— ¡Eureka! —la niña gritó segura de sí misma. El chico levantó la mirada hacía la joven a unos pasos de él.
—Lo lamento —mencionó educadamente mientras se levantaba—.
—No deberías. He encontrado el libro perdido.
— ¿Libro perdido? —preguntó un poco confundido—. Oh, te refieres a éste libro. Por eso me disculpo, no debí tomarlo.
—Descuida, fue interesante hacer una búsqueda en esta biblioteca tétrica —Noelle sonrió limpiando sus manos con la ropa que llevaba puesta. Después sonrío y extendió su mano hacía el muchacho—. Me llamo Noelle Moran, es un placer.
—James Nicholls. A sus órdenes mademoiselle —tomó la mano de la pequeña y besó el dorso de ésta para después devolverle la sonrisa—. Sus padres saben cómo preparar un buen festín previo a la navidad.
—Eso creo, aunque no se me permite estar en dicha velada. Siempre lo observo por una hora antes de ir a dormir —el joven sonrió ante la actitud de la chica—.
—Sí me permite, déjeme escoltarla hacía sus aposentos, señorita.

Extendió la mano hacía ella y Noelle la tomo. Ambos salieron de la biblioteca y caminaron por el pasillo de la sala principal hasta llegar a las escaleras, en donde se encontraba la Señora Honington.

— ¡Válgame Dios! ¡Hasta que te encuentro! ¿Dónde te habías metido? Estaba a punto de avisarles a tus padres que te me habías perdido.
—Nana, estaba en la biblioteca como siempre...
—Tus excusas no te salvarán jovencita. Agradécele a Dios que tus padres no han preguntado por ti.
—Madame, me disculpo... fui yo quien le hizo perder el tiempo a la señorita Moran. Si alguien tiene la culpa, soy yo. No se moleste con ella que está libre de pecado.

La señora Honington miró al chico de forma sospechosa. Le dijo que se fuera a donde la fiesta estaba. Se despidió de Noelle de la misma manera en la que se presento y salió al jardín. Su nana la tomo por el brazo haciéndola subir rápidamente. La preparó para dormir y la acostó en espera que se durmiera al instante pero en la mente de Noelle sólo había el recuerdo del joven de la biblioteca.

—¿Nana? —La señora Honington respondió desde la silla en frente de la cama de Noelle—. ¿Cuántos años tenía Julieta cuando conoció a Romeo?
—Yo diría que unos catorce años —respondió en busca de la verdadera razón por la cual la niña preguntó—. ¿Por qué?
—No, por nada... buenas noches, nana.
—Buenas noches, Noelle.

Noelle experimentaba una sensación nueva. Se durmió con una sonrisa en el rostro y recordando la voz de aquel chico rubio. Su corazón se acelero un poco y sintió un hueco en el estomago que le daba cosquillas. Noelle había preguntado aquello, pues "Romeo y Julieta" era su historia favorita y se puso en los zapatos de Julieta, sintiendo lo que ella sentía pero no sabía que eso era amor.

Diario de Amor (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora