Capítulo Cinco - Una madre siempre tiene la razón.

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“Tonto, eres un tonto”.

James se repetía lo mismo mientras regresaba a su hogar. Revivía el momento en su mente y la sensación seguía siendo la misma. Se sentía feliz pero al mismo tiempo avergonzado por lo que había hecho. No se había dejado llevar más allá de sus instintos pero aún así sabía que se había sobrepasado con ella.

“Matrimonio… ¿En qué pensabas, James?” cuando por fin llego, ignoro a su sirviente. Paso de largo por la sala principal. Su padre le llamó y él lo ignoró. Su madre preguntó por él y no contesto. Subió directo a su habitación, tiro el diario en el suelo, se sentó en su cama con la cabeza recargada sobre sus manos. Las lágrimas comenzaron a rosar sus mejillas y brazos. Se sentía un completo idiota.

Paso un rato en esa posición, tratando de calmarse y de dejar de sentir lo que sentía. Su madre tocó la puerta y la abrió lentamente. Miró a su hijo sentado y llorando. Se acercó a él y lo abrazo como si fuera un niño pequeño.

—Soy un idiota –dijo entre sollozos-. Arruine todo…

La señora Nicholls, era una mujer alta y con porte. Era rubia, de ojos verdes. Delgada pero saludable. Era una mujer comprensiva, amorosa y atenta. Abrazaba a su hijo como si ella supiera por lo que estaba pasando en ese momento. Un rato así, hicieron tranquilizar a James. Su madre le alzó el rostro y limpio sus lágrimas, mientras le dedicaba una sonrisa tranquila y de amor. Lo miró esperando que el hablara primero pero no decía nada, podía verse la vergüenza y arrepentimiento en sus ojos. La señora Nicholls se levantó y cerró la puerta.

—Déjame adivinar –pronunció con voz suave-. Estas perdidamente enamorado de la joven Moran –James le lanzó una mirada de confusión. ¿Acaso ella sabía algo?-. Aquella mirada tuya, ese brillo especial, surgió después de la fiesta de Nochebuena de los Moran. Desde entonces no has dejado de mencionar a Noelle.

James bajó la mirada y se recostó en la cama. Su madre sólo pudo sonreír para después sentarse a lado de él.

— ¿No me crees? –Soltó una ligera risa- “Madre… ¿crees que a Noelle le gusten?” “Madre… ¿podremos llevarle uno a Noelle? Ama las azucenas”. Desde ese día, tú corazón se lo entregaste a una niña de siete años…

—Ocho –James le interrumpió dando un gran suspiro. Miró a su madre-. Tenía ocho cuando la conocí. Era una niña demasiado vivaz, astuta… No ha cambiado nada. Madre… cometí el error que no quería cometer… le pedí que se casara conmigo… ¿Sabes qué es eso? ¿Qué joven de dieciséis piensa en casarse? No quiero ser anticuado, quiero que ella viva su juventud…

—Ya veo… -ella notó la desesperación de su hijo-. Pero ella disfrutaría su juventud si la pasa a lado de ti. Hijo mío, esa joven de cabellera negra y ojos azules te ama pero aún no sabe lo que es el amor. No sabe cómo se siente, cómo expresarlo… aún es inocente y tú debes respetar su inocencia. No te victimices de lo que ocurrió… deberías preocuparte por ella, como dije, aún es inocente… puede que tenga una idea de lo que ha ocurrido pero si quieres mostrarle lo que es el amor… conquístala.

Su madre le guiñó mientras besaba su frente. Se levantó y abrió la puerta, dándole una última mirada a su hijo.

—Ve a verla, habla con ella… trátala como Romeo la primera vez que habló con Julieta… “Si profano con mi indigna mano este sangrado santuario —pecado de amor es éste—, mis labios, peregrinos ruborizados, están dispuestos a hacer penitencia por este áspero toque con un tierno beso” –se echo a reír observando cómo su hijo se ruborizaba-. Y si puedo responder a tú pregunta… tenía dieciséis cuando tu padre me pidió matrimonio.

Diario de Amor (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora