"ᴇʀᴇs ʟᴀ ᴄᴏᴘɪᴀ ɪᴅᴇ́ɴᴛɪᴄᴀ ᴅᴇ ᴛᴜ ᴘᴀᴅʀᴇ."
Le susurró su madre mirándolo con amor mientras le consentía el puente de su nariz para dormirlo.
"ᴇʀᴇs ʟᴀ ᴄᴏᴘɪᴀ ɪᴅᴇ́ɴᴛɪᴄᴀ ᴅᴇ ᴛᴜ ᴍᴀᴅʀᴇ."
Le dijo el que su madre acaba de reconocerle como su verdadero...
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┌🔹️°˚─◌─ 𝑼𝒏𝒂 𝒉𝒆𝒓𝒊𝒅𝒂 𝒒𝒖𝒆 𝒎𝒆𝒓𝒆𝒄𝒆 𝒔𝒂𝒏𝒂𝒓... ─◌─🔹️°˚┐
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La calle estaba inusualmente tranquila, sumida en un silencio inquietante que solo rompía el murmullo del viento al deslizarse entre las ramas de los árboles. Las hojas susurraban entre sí como si estuvieran intercambiando secretos antiguos, y el eco distante de pasos dispersos resonaba como latidos apagados en la ciudad adormecida. Sin embargo, Serena no percibía esos pequeños detalles; para ella, el mundo se había estrechado, reduciéndose a esa fracción de segundo interminable en la que todo parecía colapsar.
Su respiración se volvía irregular, cada inhalación un esfuerzo mientras sentía cómo el pánico se enroscaba en su pecho como una serpiente al acecho. El peso del aire a su alrededor se hacía insoportable, y su pulso martillaba con tal fuerza que era lo único que podía escuchar en sus oídos. Frente a ella, a escasos metros, Fuyumi permanecía inmóvil, con una expresión que mezclaba incredulidad y desconcierto, como si el suelo acabara de ceder bajo sus pies.
Los ojos de la albina oscilaban, atrapados en un vaivén entre la mirada de Serena y la pequeña figura de Haruto, quien se aferraba con ambas manos a la pierna de su madre. El niño, demasiado pequeño e ignorante de lo que ocurría a su alrededor como para comprenderlo plenamente, escondía el rostro contra la tela de los pantalones de Serena, buscando refugio en la única certeza que conocía.
